martes, 21 de julio de 2015

VOTOS DE AMOR: CAPITULO 19






Más tarde, Paula pensó que, teniendo en cuenta que el único regalo que habían hecho a Pedro era un cochecito de carreras, no era de extrañar que estuviera entusiasmado con el reloj.


Miró alrededor del salón de baile del hotel de cinco estrellas que la adinerada familia Bonucci había remodelado. Los invitados eran celebridades no solo romanas, sino de toda Europa. Era la clase de acontecimiento social que la asustaba cuando se casó con Pedro, porque se sentía fuera de lugar entre sus amigos.


A pesar de que, en aquel momento, tenía una carrera llena de éxitos, volvió a sentirse insegura cuando él le fue presentando al resto de los invitados, algunos de los cuales le lanzaron miradas especulativas mientras Pedro le pasaba el brazo por la cintura.


Paula se dijo que esas miradas eran producto de su imaginación, pero cuando él le murmuró al oído que tenía que hablar con uno de sus socios estuvo a punto de aferrarse a su brazo como solía hacer en el pasado.


Tuvo que decirse que había acudido a innumerables fiestas en los dos años anteriores y que no necesitaba el apoyo de Pedro.


Sin embargo, el corazón le dio un vuelco al ver a una conocida que se le acercaba.


–¡Paula! Reconozco que no te esperaba aquí esta noche.


Ghislaine Montenocci acababa de casarse con un duque francés. Las fotos de la boda habían aparecido en todas las revistas.


–Mi esposo está allí –afirmó mientras señalaba a un hombre rubio que parecía veinte años mayor que ella.


Paula se preguntó si Ghislaine se habría casado con él por el título.


–Había oído que Pedro y tú os habíais reconciliado, pero no me lo creí. Debes de sentirte muy aliviada de que él haya querido volver contigo.


Ghislaine había cambiado de apellido, pero no de forma de ser. Ella había sido una de las que había comentado que se había asegurado la vida al casarse con Pedro.


Paula sonrió con frialdad.


–¿Por qué iba a sentirme aliviada?


–Porque creo que, después de haber conseguido casarte con un multimillonario, no querrías perderlo.


–En realidad, Pedro ha apoyado mi decisión de desarrollar mi carrera musical durante los dos últimos años.


Era una mentira ridícula, pero Paula no estaba dispuesta a dejarse ganar por Ghislaine.


–Creo que es importante que una mujer tenga una carrera, aspiraciones y un propósito en la vida, en vez de limitarse a un papel de esposa, ¿no te parece?


Paula suponía que Ghislaine no había trabajado en su vida, por lo que no pudo evitar sentirse victoriosa cuando la otra mujer se sonrojó.


–Un matrimonio sólido es aquel en que ambos cónyuges son capaces de hacer realidad sus sueños –prosiguió Paula–. Estoy muy orgullosa del éxito que he tenido.


–Y con razón.


La voz de Pedro a sus espaldas la sobresaltó. Él le pasó el brazo por la cintura y le sonrió antes de dirigirse a Ghislaine.


–Paula y su grupo son increíbles, ¿no crees? Estoy muy orgulloso del talento de mi esposa.


Ghislaine murmuró algo sobre la necesidad de hablar con su marido y se marchó.


Paula miró a Pedro con cara de pocos amigos. 


–No había necesidad de fingir que estás orgulloso de mí. Me sé defender sola.


–No estaba fingiendo. Estoy orgulloso de ti, Paula. No naciste rica y privilegiada, como yo o como Ghislaine. Lo que has conseguido ha sido gracias a tu talento, esfuerzo y determinación.


Paula tragó saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta.


–Pero no te gustaba que me dedicara a actuar con el grupo. 
Echas la culpa a mi carrera de nuestra separación.


Él hizo una mueca.


–No entendía lo importante que la música era para ti. Creía que preferías estar con tus amigos que conmigo, aunque en el fondo sabía que no tenías la culpa.


Miró a Paula a los ojos y ella observó arrepentimiento en los suyos.


–Tenía mis motivos para apartarme de ti. Ahora veo que pensabas que te rechazaba. Pero este no es el sitio para hablar de nuestra relación, cara. Voy por bebidas.


Ella lo observó mientras se dirigía al bar. Se había quedado atónita cuando le había dicho que estaba orgulloso de ella. 


Su admiración significaba mucho para Paula. El hecho de no haber logrado igualar los resultados académicos de su hermano Simon y de no haber estado a la altura de las expectativas de su padre la había llevado a sentirse una inútil que no se merecía al hombre rico, guapo y triunfador con quien se había casado.


Ahora se sentía igual a Pedro, pero ¿no sería demasiado tarde para salvar su matrimonio? Puesto que él le había pedido que le diera una segunda oportunidad, ¿sería posible que sintiera algo por ella?


–Su esposo es muy guapo. Recuerdo que ya lo era de niño, lo cual no es de extrañar, ya que su madre fue una de las mejores modelos de su época.


Paula se volvió hacia la mujer que estaba a su lado.


Había conocido a Diane Rivolli cuando Pedro se la había presentado dos noches antes en otra fiesta. Recordó que él le había dicho que vivía cerca de Casa Celeste.


–¿Conoció a la madre de Pedro?


–Conocí a Susana cuando se apellidaba Hoffman. Estábamos en la misma agencia de modelos de Nueva York. De hecho, conocí a mi marido cuando Susana me invitó a Casa Celeste después de casarse con Franco Alfonso. Creo que se sentía sola y aislada en aquella casona, que es más un museo que un hogar. En cuanto a su marido…


Diane hizo una pausa, por lo que aumentó la curiosidad de Paula.


–¿Qué pasaba con el padre de Pedro?


–Era un tipo seco. Creo que lo único que le importaba era Susana, pero la amaba demasiado si entiende lo que le quiero decir. Estaba obsesionado con ella. No le gustaba que tuviera amigos y, aunque mi esposo y yo vivíamos muy cerca, casi nunca nos invitó a Casa Celeste. Franco detestaba que otros hombres miraran a su esposa. Creo que hasta estaba celoso de su propio hijo. Susana adoraba a Pedro, pero, incluso de bebé, a Franco no le gustaba que lo cuidara. A veces lo miraba como si lo odiara.


–Supongo que Franco se quedaría destrozado cuando Susana murió.


–Cabría suponerlo, pero no lo demostró. Durante el funeral, estuvo como una estatua en la iglesia, sin rastro de emoción en el rostro. Más extraño me resultó que Pedro no llorara por su madre. En su tumba no derramó una lágrima. Tardé años en volver a verlo porque Franco lo mandó a un internado. 
Pedro debía de tener dieciséis años cuando Franco se casó por segunda vez.


–No sabía que tenía madrastra. Nunca me ha hablado de ella.


–Tal vez porque estaba enamorado de Lorena.


–¿Que Pedro estaba enamorado de su madrastra?


Diane se encogió de hombros.


–¿Por qué no? Lorena era mucho más joven que Franco. Tendría algo más de veinte años y era muy atractiva. ¡Y lo sabía! Era evidente que se había casado con Franco por su dinero. Le gustaba dar fiestas, por lo que a menudo nos invitaba, a pesar de que Franco detestaba las visitas. Supongo que podríamos reprocharle a Lorena que quisiera divertirse con Pedro, teniendo en cuenta cómo era su marido. Volvió loco al chico flirteando con él.


Diane frunció el ceño.


–Era cruel el modo en que Lorena alentaba las esperanzas de Pedro y el modo de enfrentar al padre con el hijo. Franco estaba celoso de su segunda esposa del mismo modo que de Susana, por lo que la devoción de Pedro por ella creó mucha fricción entre ambos. No sé qué hubiera sucedido de haber continuado esa situación –prosiguió Diane–. Pero Franco y Lorena murieron en un terrible accidente. El pobre Pedro no solo fue testigo de lo sucedido sino que, además, la dirección de AE sufrió un duro revés. Cuando su padre murió, Pedro debiera haber sido nombrado automáticamente presidente y consejero delegado, pero, como aún no había cumplido los dieciocho, Alonso, el hermano de su padre, asumió el control de la empresa. Pedro fue ascendiendo hasta llegar a consejero delegado, y no es ningún secreto que quiere estar al frente de AE.


Diane dio un sorbo de champán antes de continuar.


–En mi opinión, Pedro haría lo que fuera para conseguir la presidencia de la empresa porque cree que le corresponde por nacimiento.


A Paula, la cabeza le daba vueltas por todo lo que le había contado Diane.


¿Por qué no le había dicho Pedro que su padre y su madrastra habían muerto en un accidente cuando él era un adolescente? Semejante tragedia debía haberle impactado profundamente, sobre todo si estaba enamorado de Lorena.


¿Explicaría eso su extraño comportamiento cuando la había llevado a Casa Celeste? ¿Se había vuelto frío y distante porque seguía enamorado de su madrastra?


–¿Qué les sucedió al padre y a Lorena?


Diane la miró de forma extraña.


–¿No se lo ha dicho Pedro?


De pronto, la anciana pareció sofocada al ver que él se dirigía hacia ellas.


–Probablemente haya hablado demasiado. ¿Por qué no le pregunta a Pedro lo que ocurrió en Casa Celeste?







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