lunes, 13 de julio de 2015

UNA MUJER DIFERENTE: CAPITULO 23




—¿Un partido de hockey? —Paula miró a su jefe con expresión dubitativa por encima del ordenador portátil sobre su escritorio. Habían estado repasando el proyecto Bartlett como preparativo para el viaje que realizarían, cuando Pedro soltó de forma casual la invitación—. ¿Me pides que vaya a ver a un grupo de hombres adultos patinar en busca de una pelotita?


Pedro soltó un suspiro. Se reclinó en el sillón y miró en dirección al techo como si pidiera paciencia


—Ya te lo he dicho, Paula. Golpean unas pastillas, no pelotas.


—Comprendo —ya conocía el término correcto de lo que perseguían los jugadores, pero lo que no sabía era qué había detrás de esa súbita invitación. No confiaba en Pedro, y menos cuando se mostraba casual—. Nunca antes me habías invitado a un partido de hockey.


—Últimamente hemos hecho un montón de cosas que nunca antes habíamos hecho —murmuró.


Paula sintió una oleada de rubor al pensar en el beso. Pero antes de que pudiera decir una palabra, él añadió:
—Se suponía que Kane tenía que llevar a Joe y Norma Benton al partido, pero no puede, de modo que yo ocuparé su lugar. Me sugirió que fuera con una acompañante para que Norma se sintiera más cómoda y tuviera a otra mujer con quien hablar.


Paula sabía que los Benton eran antiguos clientes de la empresa y que Kane o Pedro a menudo los invitaban a acontecimientos deportivos. Pero nunca antes ella los había acompañado.


—¿Por qué yo? —insistió.


—Principalmente —explicó con mirada sarcástica—, porque las mujeres con las que suelo salir ya no me hablan desde tu intervención en los regalos. Ya que fuiste tú quien causó el problema, me parece justo que me ayudes. Además, nos dará la oportunidad de desterrar de una vez por todas las vibraciones incómodas, recuperar una actitud más amigable y normal.


Paula tuvo que reconocer que la noche anterior había sido agradable. Le encantaban el ángel y el ajedrez que él le había regalado, y el árbol la había hecho sonreír. También había sido deportivo con la madeja de lana, y lo más importante, ni una sola vez le había hecho una insinuación sexual.


No había ni una sola cosa tangible de la que pudiera acusarlo de decir o hacer que estuviera fuera de lugar desde la charla que mantuvieron. No obstante, quizá fuera su imaginación, Dios sabía que era vívida, pero no podía evitar pensar que había algo más en esa repentina invitación que lo que saltaba a primera vista.


—¿Qué debería ponerme para ir a ese torneo? —preguntó para probarlo.


—Es un partido, no un torneo. En cuanto a lo que debas ponerte... —se encogió de hombros—. No lo sé. 
Decididamente algo abrigado. Pantalones... un jersey gordo. A veces el estadio puede estar bastante frío.


Volvió a concentrarse en el informe y ella a estudiarlo a él. 


¿Un jersey gordo? ¿Pantalones? Eso no parecía presagiar una seducción.


«Estás cada día más paranoica», se reprendió. La invitación no significaba nada.


Como si quisiera darle su apoyo a la silenciosa conclusión alcanzada por Paula, él alzó la vista y la miró a los ojos.


—No te preocupes... no es importante. Si tienes planes para mañana por la noche o no quieres ir, estoy seguro de que podré encontrar a otra persona a quien llevar.


—Iré —después de todo, no había motivos para que él se molestara tanto—. No tengo otros planes.


Pedro ni siquiera se molestó en alzar la vista.


—Estupendo —comentó distraído—. Te recogeré a las seis.







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