viernes, 10 de julio de 2015

UNA MUJER DIFERENTE: CAPITULO 12




PASÓ UNA semana entera antes de que Paula se diera cuenta de que su plan estaba siendo saboteado. Y quizá ni habría llegado a enterarse si no se hubiera encontrado con Julia Parker en el aseo de señoras un día, después del almuerzo.


—Me encanta tu nuevo corte de pelo —le dijo Julia al verla delante del espejo mientras ella entraba—. Y esa ropa te queda muy bien.


—Gracias.


Con el cepillo en la mano, Paula la observó desaparecer en uno de los cubículos, luego volvió a centrarse en su propia imagen. Ese día había combinado el vestido verde esmeralda con unas botas negras y se sintió complacida por el cumplido. Jay le había informado de que la moda iba y venía, pero el estilo era una manifestación personal que alguien realizaba sobre sí mismo con la ropa que se ponía. Y Julia tenía estilo.


Incluso con seis meses de embarazo, la rubia siempre estaba elegante y al mismo tiempo profesional con la ropa que llevaba al trabajo. Recibir un cumplido de ella reafirmó en Paula la convicción de que había mejorado su aspecto.


Y era algo que necesitaba. Nunca en la vida se había sentido tan conspicua como en esa última semana. Le daba la impresión de que la miraba todo el mundo. Hasta no haberse deshecho de ellos, no había comprendido que el pelo largo, la ropa holgada y las gafas habían sido como una barrera para protegerse de la posible atención de los hombres.


Sin embargo, desde entonces Pedro la había soslayado casi por completo. De hecho, a veces ponía expresión hosca al verla con algo nuevo en el trabajo; otras incluso apartaba la vista, como si no soportara mirarla.


Dolía, pero Paula trataba de no prestar atención a su reacción. Se dijo que saber lo que él sentía haría que lo superara con más facilidad. Y sería aún más fácil cuando llegara su traslado y ya no tuviera que estar con Pedro todo el día, cinco días a la semana.


Pero le había costado pedir ese traslado. Le gustaba su trabajo y disfrutaba trabajando con Pedro. Pero superaría su insana adicción a él con más rapidez si se iba a otro departamento. Probablemente habría sido mejor si hubiera dejado la empresa, pero no estaba segura de poder conseguir el mismo sueldo que tenía en Kane Halley, S.A., y tampoco quería realizar el esfuerzo de averiguarlo. Volvería a analizar la situación después de Año Nuevo.


—¿Y qué ha motivado estos cambios? —preguntó Julia al salir del reservado. Se situó junto a Paula y abrió el grifo para lavarse las manos—. ¿Te estás preparando para las vacaciones?


—Bueno, eso también... pero lo que intento es actualizar mi guardarropa, y mi aspecto —reconoció. Volvió a cepillarse el pelo. Lo tenía con mucho más volumen después de habérselo cortado.


—Pues has hecho un trabajo fantástico —alabó Julia—. El cambio es notable.


Paula sonrió agradecida y volvió a mirar su reflejo. Debía reconocer que ella pensaba lo mismo. Su amiga Jay le había enseñado prácticamente todos los trucos para un buen maquillaje. Lo único que le faltaba aprender de ella era a atraer a los hombres. «Sonríeles más, míralos a los ojos, sé amigable», la había instado Jay. De modo que Paula había sonreído, mirado y saludado a casi todos los hombres con los que se cruzaba. Hasta el momento los resultados no habían sido buenos. De hecho, eran prácticamente nulos.


Con un suspiro, miró a Julia, que aún seguía empolvándose la pequeña nariz. Los hombres sí la notaban. Quizá pudiera iluminarla y explicarle qué era lo que hacía mal.


—¿Sabes?, tú y algunas mujeres de la empresa me habéis dicho algo sobre mi nueva ropa, pero los hombres no se han fijado en nada.


—Oh, claro que lo han hecho —aseguró Julia, mirándola por el espejo—. El otro día vi a Ken Lawson clavarte la vista durante treinta segundos enteros cuando pasaste delante de nosotros por el pasillo.


Ken era otro de los hombres que Paula había creído que podría estar interesado. Su actitud fue abierta y receptiva el día que ella llevaba el vestido negro, ceñido y con un poco de escote que mostraba el nacimiento de sus pechos.


—Había esperado que me invitara a salir —reconoció—, pero nunca dijo nada.


—No me sorprende —Julia cerró la polvera con un leve clic—. ¿Tu supervisor no es Pedro?


—Sí... —se detuvo en el proceso de pintarse los labios y miró a la rubia a través del espejo—, pero, ¿eso qué tiene que ver? —preguntó antes de volver a concentrarse en el labio inferior.


—Sospecho que todo —respondió Julia—. Me he enterado de que Pedro ha hecho correr la noticia de que salir contigo no es lo que él llama «una decisión inteligente para el progreso en esta empresa».


Paula se pintó una línea roja por la mejilla. Debajo se pudo ver un rubor provocado por la furia.


—Ese... Ese... —no se le ocurrió una palabra lo bastante mala como para describir a su taimado jefe.


Julia intentó ayudarla.


—¿Imbécil? ¿Bestia? ¿Sucio perro?


—¡Todo eso y más! —declaró con los dientes apretados.


—¿Crees que Pedro espanta a los demás hombres porque está interesado en ti? —preguntó mirándola con curiosidad.


—¡Ja! Pedro Alfonso solo está interesado en salirse con la suya —arrancó una toalla de papel del rollo sujeto a la pared, la humedeció y se acercó al espejo—. Has dado en el clavo con eso de sucio perro —se frotó con furia la marca de carmín—. Es como un perro con un hueso... y ni siquiera se trata de un hueso que quiera morder él. Lo único que busca es enterrarlo en alguna parte para no tener que preocuparse más —añadió con amargura, al recordar el comentario realizado por Pedro de que ella no entendía a los hombres.


Los ojos azules de Julia brillaron con diversión.


—¿Y qué vas a hacer?


—Solo puedo hacer una cosa —informó Paula. Guardó la barra de labios en el bolso y lo cerró—. Me tomo el resto del día libre para irme de compras.


—Estoy de acuerdo en que ir de compras es la respuesta para muchos de los males de las mujeres, pero, ¿Pedro no se enfadará si te vas?


—Más le vale que no —indicó con tono sombrío—. La compra es para él.






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