martes, 16 de junio de 2015

LA PRINCESA: CAPITULO FINAL




–Y me acusan a mí de ser escandalosa. Tu comportamiento ha sido imperdonable –dijo Paula, tomando un sorbo de agua mineral en el jet privado que los llevaba de vuelta a Brasil.


Era suya, pensó Pedro. Absolutamente suya.


Sentía algo en el pecho… ¿alivio, triunfo, felicidad? Le daba igual lo que fuese, era la mejor sensación del mundo. 


Parecía a punto de explotar de felicidad.


–A tu tío se le pasará.


–Lo dudo. Cuando le dijiste que no podía quedarme a la ceremonia porque teníamos otros planes… pensé que iba a darle un ataque –Paula sacudió la cabeza–. Haciéndole sombra el día de su coronación, qué falta de decoro.


–Tú no habrías sido feliz con ese niño bonito –dijo Pedro


Solo él podía darle lo que necesitaba porque era el hombre del que estaba enamorada.


–Claro que no.


–Ni siquiera tuvo valor para intentar detenerme –siguió él, como un niño petulante.


–¿Te refieres a Alex? Él no es el hombre con el que Cyrill quería casarme.


–¿Ah, no?


–No, Alex es un buen amigo.


–Pensé que no tenías amigos en Bengaria.


Paula se encogió de hombros.


–Bueno, era más amigo de Stefano que mío. Hacía años que no nos veíamos. Pero no, no es hombre para mí.


–Pero yo sí lo soy –Pedro pensaba asegurarse de que así fuera y disfrutar de ello cada día de su vida.


–Desde luego que sí –Paula levantó una mano para acariciar su mejilla y experimentó una increíble sensación de paz–. Soy mejor persona desde que estoy contigo, Pedro. Me siento orgullosa de lo que hago, segura del futuro. Me has dado fuerza para enfrentarme con todo.


–Eras fuerte ante de conocerme.


Ella negó con la cabeza.


–Cuando vi que tú eras capaz de enfrentarte con el pasado y seguir adelante me di cuenta de que había sido una cobarde al no enfrentarme con Cyrill. Por eso volví a Bengaria, para demostrarle a él, y a mí misma, que soy feliz siendo quien soy. Tal vez no sea lo que todo el mundo espera de una princesa, pero da igual.


–Eres perfecta tal y como eres –Pedro puso una mano en su abdomen, que había crecido en esas semanas. Su mujer, su hijo…


Paula tomó un sorbo de agua con expresión seria.


–¿Qué pasa? ¿Te encuentras mal?


Ella se encogió de hombros.


–No, todo es perfecto.


Pero su sonrisa no era tan radiante como antes. Pedro inclinó a un lado al cabeza.


–Te ocurre algo. Cuéntamelo.


–No, de verdad…


–No me escondas nada. La sinceridad es una de las cualidades que más admiro en ti, Paula. Dime la verdad y si ocurre algo lo resolveremos juntos.


Paula lo miraba como si quisiera leer sus pensamientos.


–Me gusta que quieras ser un buen padre para nuestro hijo –empezó a decir.


–¿Pero?


–Pero… –Paula se mordió los labios y ese gesto le recordó los primeros días en la isla, cuando rechazó su oferta de matrimonio. Un hijo no le parecía razón suficiente para casarse.


–Pero tienes miedo de que solo quiera a nuestro hijo –murmuro él– y no a ti. Quiero a nuestro hijo, amor mío, y me esforzaré para ser el mejor padre posible –Pedro sabía que ese sería un reto mayor que cualquier negocio–. Pero aunque no estuvieses embarazada, aunque nunca hubiese un hijo, te querría con todo mi corazón –Pedro le quitó el vaso y lo dejó sobre una mesita para tomar sus manos, que temblaban. O tal vez eran las suyas–. Eres el sol y las estrellas para mí, Paula. Me has enseñado que no es mi negocio lo que me define sino a quién amo y quién me ama a mí.


Mientras besaba sus manos, disfrutando del aroma a manzanas verdes y a limón, supo que ese sería siempre su perfume favorito.


–Cariño…


–No sabía que pudiese amar hasta que tú apareciste en mi vida.


Paula tenía los ojos llenos de lágrimas, pero su sonrisa era lo más hermoso que había visto nunca y Pedro clavó una rodilla en el suelo.


–¿Quieres ser mía para siempre? No tienes que casarte conmigo si no quieres…


En esa ocasión, fue Paula quien puso un dedo sobre sus labios.


–Me casaré contigo, Pedro. Quiero que todo el mundo sepa que eres mío –su sonrisa era incandescente–. Soy una princesa acostumbrada a dar escándalos, pero estoy dispuesta a ser respetable mientras sea contigo.


–Ah –Pedro la tomó en brazos para llevarla al dormitorio del jet privado–. Qué pena. Yo esperaba algo de comportamiento escandaloso.


Paula alargó una mano para aflojar la corbata, que tiró por encima de su hombro con una sonrisa de pura seducción.


–Seguro que eso puede arreglarse, senhor Alfonso.








4 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, qué linda historia. Me encantó!!!!!!!

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  2. Hermosa historia de princesas y héroes !! Me encanto.. gracias Carme

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  3. Hermoso historia! me encantó el final! Gracias por compartirla!!!!

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  4. Me encantó!!! Bella historia Gracias

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