lunes, 1 de junio de 2015
EL HIJO OCULTO: CAPITULO 10
Pedro no contestó, pero la miró fijamente. Entonces, entrelazó los dedos con los de ella y le apretó la mano contra su pecho.
Paula supo que estaba metida en un buen lío.
Notó que Pedro deslizaba la otra mano sobre su espalda hasta encontrar la piel desnuda bajo la melena. Una oleada de sensaciones olvidadas la invadió por dentro.
Ella no quería sentirse así. No quería sentir nada por aquel hombre. Se puso tensa y trató de mantener el control.
Lo único que tenía que hacer era terminar aquel baile, esperar a que acabara la noche y después no volvería a ver a Pedro.
—Ya basta de hablar de otras personas, Paula —dijo Pedro, inclinando la cabeza para susurrarle al oído—. Disfruta del baile. En el pasado te encantaba bailar conmigo y eso no ha cambiado. Relájate... Sabes que eso es lo que quieres.
Estaba tan cerca de ella que podía oler su aroma masculino mezclado con el de la colonia que ella reconocía. Pedro le acarició la espalda y la estrechó contra su cuerpo.
Paula levantó la vista y percibió el brillo de su mirada. De pronto, notó la presión de su miembro erecto contra su muslo y se estremeció con un nudo en el estómago.
—La química que había entre nosotros sigue viva, Paula. Siento que estás temblando —le dijo.
La chica que él conocía se habría sonrojado y derretido contra su cuerpo. Pero Paula ya no era esa persona. Tenía más coraje y se respetaba más a sí misma como para sucumbir ante un hombre como Pedro, y lo más importante era que tenía que proteger algo más aparte de sí misma...
—Recuerda dónde estás y resérvate para tu novia. En cuanto a lo de temblar. Era un temblor de rechazo. No me gustas, Pedro.
Pedro Alfonso era una amenaza para la vida tranquila que ella se había procurado, y quería asegurarse de que él no quisiera volver a verla o a hablar con ella.
Él se detuvo y la miró. Dejó caer las manos a ambos lados de su cuerpo y apretó los labios. Ella esperaba que explotara en cualquier momento. Pero no fue así.
—Estás exagerando, Paula, pero te comprendo. Ya han dejado de tocar, ¿nos reunimos con los demás? —la agarró del brazo y puso una irónica sonrisa—. Por cierto, me alegra ver que todavía llevas el prendedor que te regalé. Te queda mucho mejor ahora que tienes el cabello más largo.
Paula se había olvidado de que llevaba el maldito prendedor en la cabeza. Era la única joya que había guardado y en ese momento se arrepentía de haberlo hecho. Se sonrojó...
—Así que todavía te sonrojas, Paula —dijo él, y sujetándola por la barbilla la miró a los ojos—. Me alegro de que guardes algo que yo te regalé, Paula, aunque ambos sabemos que no era lo que querías en realidad, y lo siento de veras —dijo con sinceridad.
La manera de reaccionar de Paula lo sorprendió. Ella giró la cabeza con brusquedad, pero no antes de que él pudiera ver el pánico en su mirada. Intentó agarrarla del brazo, pero ella lo evitó y se dirigió hacia Julian sin decir palabra.
El comportamiento de Paula lo intrigaba. A su manera él había tratado de ser amable al referirse a su pasado en común y al desafortunado aborto, no había pretendido provocarle pánico, y por eso se preguntaba qué había pasado.
Sentada con Julian en la parte trasera del coche que conducía un chófer, Paula le preguntó cuánto quedaba para llegar a su apartamento.
—No vamos a ir a mi apartamento, Paula, tranquila. Le he pedido a Max que nos lleve de vuelta a Dorset. Por mucho que me gustes, no quiero ser un sustituto de otro hombre. El viaje durará una hora o así. Hay tiempo de sobra para que me cuentes todo acerca de Pedro Alfonso. Lo conocías, ¿verdad?
—Sí, lo conocí cuando estaba en la universidad —contestó, y le contó todo a Julian.
En cierto modo, la ayudó a ver desde otra perspectiva su manera de reaccionar ante Pedro.
—Ese hombre no me pareció tan superficial, pero él se lo pierde —dijo Julian, y la rodeó con el brazo— olvídate de esa rata.
Y ella estuvo a punto de hacerlo...
Sobre todo cuando al llegar a casa, Julian le advirtió con una sonrisa:
—No voy a abandonar del todo, Paula. Estaré fuera un par de semanas o así y te llamaré cuando regrese.
La besó en los labios con delicadeza y se marchó.
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