lunes, 11 de mayo de 2015

EXOTICA COMPAÑIA: CAPITULO 14




«Ha sido un error de proporciones gigantescas», se amonestó al poner la marcha atrás de la furgoneta y salir por el camino. Cuando regresara, sabía que ese beso iba a flotar entre los dos. Lo más probable era que tuviera que disculparse, pero no lamentaba haber descubierto que su sabor era dulce y apasionado y que el deseo lo había golpeado entre los ojos cuando ella le devolvió el beso.


Movió la cabeza y suspiró. Después del episodio humillante con Sandi Saxon, siempre había dejado bien claras cuáles eran sus intenciones con las mujeres que entraban y salían de su vida. No era que hubiera habido muchas. La verdad era que había sido un período de sequía también para Pedro. Quizá por eso se había activado como una bomba de relojería al besar a Paula.


En esos tiempos, si una mujer lo atraía, lo decía. También establecía límites, porque no tenía ganas de volver a tener una relación seria. Quería que eso quedara entendido desde el principio.


Con la mente dispersa, salió a la lluvia para ocuparse de la rueda que tantos problemas le había causado a Paula. 


Luego enganchó el coche con una cadena fuerte y lo remolcó hasta su casa.


Miró la hora. Habían pasado treinta minutos y aún no sabía si estaba preparado para encarar de nuevo a Paula. Sin embargo, no se podía postergar lo inevitable. Mantendría la ecuanimidad. Si ella quería que hablaran del beso explosivo y abrasador que había sacudido su mundo, que lo hiciera.


Abrió la puerta delantera y se encontró con el traje estropeado de Paula sobre la mesita de centro. Menos mal que se había tapado con la manta. No quería volver a verla con esa tenue bata, ya que temía lo que podía tramar su imaginación.


—La rueda está arreglada, pero necesitarás una nueva —comentó con tono casual—. ¿Necesitas algo antes de que prepare la cena?


—Bueno, sí, pero dudo de que quieras hacerlo —murmuró, desviando la vista.


—Tus deseos son órdenes, Rubita —«sí, sigue así, Alfonso. Mantén la situación ligera e impersonal, y quizá ambos consigamos relajarnos».


—Mis animales aún no han comido —anunció.


Pedro se dio un golpe en la frente con la palma de la mano.


—Ahora voy a tener que alimentar a la causa de todas nuestras diferencias.


Paula sonrió, pero no pudo mantener contacto visual durante más de unos segundos. Imaginó que se sentía tan incómoda como él por ese beso lleno de electricidad.


—¿No te encanta la ironía de la situación, Alfonso? —preguntó.


—Sí, y cuando un oso me devore, espero que te encargues de mi pobre ganado. Creo que apreciaría aún más la ironía de eso.


—De verdad lamento el trabajo extra y los contratiempos que te causaron mis animales —se disculpó—. Comprendo que tenemos un problema, y traté de solucionarlo trasladando algunas de las jaulas más al oeste. Pero como llueve y no puedo caminar, pasará un tiempo hasta que sea capaz de alejar a los animales más sonoros de tus vallas.


—Te agradezco el esfuerzo. ¿Dónde está la comida y cuánta cantidad hay que darle a cada animal? —Paula recogió un bloc y un bolígrafo de la mesita y se puso a escribir una lista con las raciones específicas—. Santo cielo, tus gastos de comida deben de ser pasmosos —comentó al ver que Paula no paraba de escribir.


—La Coordinadora cubre casi todo, pero el resto sale de mi bolsillo. No es que me importe. Los animales son mi afición y se han convertido en una especie de familia.


—Un marido podría ser más barato —comentó.


Paula sacó el extracto de la tarjeta de crédito y se lo pasó.


—¿De verdad lo crees? Mi ex novio hurgó en mi cartera y apuntó el número de la tarjeta para cargar un crucero para dos en ella. Cuando empezamos a salir, descubrí que le gustaba más gastar mi dinero que el suyo —hizo una mueca—. Siendo contable de profesión, tendría que haber imaginado que me daría cuenta.


—Vaya pareja que hacemos —bufó Pedro—. Tu ex novio quería conseguir tu dinero y mi ex novia no pensó que yo pudiera ganar el suficiente para mantenerla como deseaba. Si alguna vez me encuentro al borde de algo que parezca amor, el dinero no va a entrar en la ecuación. Si no me ama por quién soy y lo que soy, si no aprueba las cosas que defiendo, si no me devuelve la misma lealtad, entonces no quiero saber nada del asunto.


—Lo mismo digo yo —afirmó ella—. Me desagradó quedar como una tonta.


—¿Lo ves? A pesar de nuestros conflictos, tenemos algo en común. Los dos nos equivocamos en nuestra búsqueda de lo verdadero. Y en cuanto… —cerró la boca. Se había prometido que no iba a sacar el tema del beso—. En cuanto a la lista de los animales… —concluyó.


Paula se la entregó.


—Si quieres un paraguas, hay uno en el porche de atrás —informó.


—No creo que pueda mojarme más de lo que ya lo estoy —dijo al dirigirse hacia la puerta de atrás.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario