viernes, 29 de mayo de 2015
ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 38
A Paula le temblaban las manos mientras contemplaba al hombre que había cambiado su vida.
—Hola, Miko —le dijo ella, orgullosa de sí misma al comprobar que no le había temblado la voz.
Él se acercó con intención de darle un abrazo, pero ella dio un paso atrás.
—¿Qué te pasa? ¿No te gustó la pulsera que te envié? Veo que no la llevas puesta.
—La devolví a tu dirección de Londres.
—No he vuelto por allí. Pero no entiendo por qué la devolviste. ¿No ves que estoy tratando de hacer las paces contigo?
—Nuestra reconciliación es ya imposible.
—Vamos, Paula, no seas niña. Las relaciones entre los hombres y las mujeres están siempre sujetas a estos vaivenes.
—¿Vaivenes? No me tomes por tonta, Miko. Somos dos personas que pensamos de forma muy diferente.
—¿De qué pensamientos hablas? Lo pasamos muy bien juntos. Todo podría volver a ser como antes.
—No. Tú sólo quieres que vuelva contigo para satisfacer tu orgullo. Luego me volverías a dejar por alguna otra que encontrases. No me gusta ese tipo de relación. No me interesa. El día que decida comprometerme con un hombre, será para compartir nuestras vidas, nuestros sueños y nuestras ideas, para crear un proyecto de vida común. La fidelidad, la lealtad y la amistad son la base de toda buena relación. Me cautivaste cuando te conocí, pero luego fue una experiencia muy amarga. He aprendido la lección.
—Creo que has estado demasiado tiempo en Dallas —dijo él, echándose a reír.
—El lugar es lo de menos. Es mi perspectiva la que ha cambiado. Hay muchas cosas que han cambiado. Ahora sé lo que quiero hacer con mi vida.
—Tienes todo lo que puedas desear.
—Tal vez pensara así antes, pero ahora lo veo muy diferente. Estoy tratando de averiguar qué puede llenar mi vida. Estoy tratando de imaginar qué es el amor.
Se hizo un prolongado silencio entre ambos.
—¿Todas esas cosas que dices tienen relación con el hombre que vi al entrar? ¿Crees que le amas?
Podía negarlo, pero, ¿qué sentido tendría? Sólo diciendo la verdad podría sentirse libre.
—Sí.
—Estás cometiendo un error. ¿Podría acaso darte él algo que yo no tenga? Desayunar con caviar en mi yate por la mañana, ver la puesta de sol en los Alpes al anochecer...
—Quiero tener hijos y un marido cariñoso para el yo sea lo más importante.
—Tú estás soñando —dijo él con desdén.
—Tal vez. Pero espero que sea un sueño que pueda hacerse realidad algún día.
—Bueno… Si alguien puede encontrar lo que está buscando, ésa eres tú —le dijo con una triste sonrisa.
Luego salió de la habitación sin mirar atrás.
Paula se derrumbó en el sofá, satisfecha de haber tenido la fortaleza de hablar a Miko como lo había hecho. Pero tenía que terminar de preparar el equipaje.
Tal vez podría conseguir un vuelo para esa misma noche.
Permanecer allí con Pedro, el hombre al que amaba, sabiendo que él no la amaba, le producía una herida cada vez más profunda en el corazón.
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