miércoles, 20 de mayo de 2015

ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 11






ESTABA casi sin respiración.


Después de haberse quedado dormida, se había despertado encontrando a Pedro junto a ella. Le miró fijamente y sintió el aroma de su after-shave y el deseo en su mirada. Parecía estar debatiéndose consigo mismo, intentando decidir qué hacer.


A ella le pasaba lo mismo.


El deseo que veía en sus ojos le producía una gran excitación. Deseaba que él la besara y la tocara. Quería sentirse deseada. No conocía aún bien a Pedro, pero sospechaba instintivamente que no era de esa clase de hombres que están una noche con una mujer, y a la siguiente con otra.


—No acostumbro a dejarme llevar por la atracción que pueda sentir hacia mis clientes.


Ella guardó silencio. Aunque le deseaba, no quería dar ella el primer paso. La infidelidad de Miko había sembrado en ella un mar de dudas. No quería ser tampoco un mero objeto de placer. Quería a un hombre que la desease a ella, no a su imagen en las portadas de las revistas.


Antes de entrar Pedro en la habitación, había estado muy relajada. Ahora, en cambio, sentía el pulso acelerado. Abrió la boca y respiró profundamente.


—Paula… —susurró él.


Luego se inclinó hacia ella y la besó.


Si el primer beso había sido maravilloso, el segundo fue indescriptible. Pedro hundió los dedos en la seda de su pelo y sus labios se adueñaron de los suyos. Necesitaba tocarle. 


Y le daba igual que se le pudiese caer la toalla. Le sacó la camisa polo del pantalón y deslizó sus dedos por dentro de ella. Sintió en las palmas de las manos el calor y la tersura de su piel.


Él exploró su boca ardientemente con la lengua.


Ella respondió a su caricia como si nunca antes la hubieran besado. Respondió con el fuego que ardía en lo más profundo de su ser. Desde que se habían conocido, no parecían haber congeniado especialmente, pero había en ellos algo oculto mucho más poderoso, una llama que había encendido su pasión y les había conducido a aquello.


Cuando Pedro se dio un respiro para recuperar el aliento, vio que ella había dejado caer la toalla. Deslizó las manos sobre sus hombros y luego las bajó hasta sus pechos. Los cubrió con sus manos mientras ella emitía un gemido de placer. 


Luego, sin soltarlos, acarició sus pezones con los pulgares hasta notar como se endurecían. Paula estaba muy excitada. Él fue bajando las manos y ella las tomó entre las suyas apretándolas con fuerza contra su cuerpo para sentirlas más cerca.


—Podemos usar la tabla de masajes o irnos a la cama. A menos que tengas una idea mejor —dijo él con una sonrisa burlona.


Ella sintió entonces un sobresalto. Por el tono de su voz había creído percibir que él pensaba que era una mujer con experiencia, que saltaba de una cama a otra sin pensárselo dos veces.


¿Qué pensaría si le dijera que Miko había sido el primero? 


¿Qué pensaría si le dijera que sentía que entre ella y él había algo más que una simple atracción física?


Paula agarró la toalla, se envolvió en ella y la sujetó sobre sus pechos.


—¿Paula? —le dijo él, mirándola desconcertado.


—¿Crees que siempre hago esto por norma después de un masaje? ¿Crees que hago esto por diversión?


—¿Estás diciendo que no es así? —replicó él.


—Creo que los dos nos hemos equivocado.


—Sí, quizá no interpreté bien las señales —dijo él dando un paso atrás.


Ella no podía permitir que él creyera eso.


—Las interpretaste correctamente, hasta que me di cuenta de que creías que yo era esa mujer de las portadas de las revistas y de que hacía ese tipo de cosas que sacan en la prensa sensacionalista. Yo no soy de esa clase de mujeres —dijo con voz temblorosa—. Necesito estar sola un rato, tengo que hacer unas llamadas y luego preparar mis notas para el discurso de esta noche.


Él parecía incómodo y se metió las manos en los bolsillos.


—¿Quieres que llame al servicio de habitaciones?


—No tengo hambre.


—Tienes que comer.


—Nunca como antes de una charla. Tomaré algo después.


Pedro se limitó a asentir con la cabeza.


—Si necesitas algo, estaré en la sala.


No necesitaba nada. Al menos de él.


Pedro se anudó la corbata y se puso la chaqueta del traje. 


Algo había salido mal en el dormitorio de Paula y no estaba muy seguro de qué. Probablemente tenía que ver con las expectativas. Paula había esperado una cosa y él otra.


Pero, ¿qué es lo que había esperado ella?


Aunque, en verdad, la cuestión crucial era ¿qué es lo que había esperado él? ¿Le había dicho acaso su subconsciente que iba a ser como ir a una fiesta y conseguir una cita para tener una aventura de una noche?


Quizá sí.


Ahora sabía que algo no encajaba con Paula. Ese desagradable episodio en su dormitorio le había demostrado que ella no era esa rompecorazones que retrataba la prensa sensacionalista. Era más sensible de lo que parecía.


Se ajustó el nudo y se estiró la corbata, luego fue a su dormitorio para ver si ya estaba lista. No sabía cómo tender un puente para vencer el abismo que se había abierto entre ellos.


Al oírle llegar, Paula le abrió la puerta. Entonces, Pedro se dio cuenta de que estaba viendo a otra Paula Chaves.


Iba vestida con un traje negro con una sencilla gargantilla dorada, y llevaba un maletín. Podría haber pasado por cualquier mujer de las que trabajaban en el distrito financiero.


—¿Lista? —le preguntó él con tono enérgico.


No sabía cómo iba a reaccionar, si le exigiría que permaneciese a un par de metros de ella. Ella no dijo nada, pero él vio un destello en sus ojos que le hizo quedarse exactamente donde estaba, sin moverse.


—¿Pasa algo? —le preguntó él, pensando que sería mejor aclarar allí cualquier diferencia antes de salir.


—Esta noche voy a hablar a un grupo de mujeres empresarias. Me comprometí a ello antes de... antes del montaje sensacionalista. Me preocupa que puedan no tomarme en serio, que puedan incluso reírse de lo que diga. ¿Qué consejos puedo dar yo a unas directoras ejecutivas cuando he dado muestras de no ser capaz de saber llevar siquiera un vestido en una discoteca?


Pedro sabía que cualquier cosa que dijera en ese momento podría tener mucha importancia.


—Si alguien te pregunta, creo que podrías decir:
«son cosas que pasan».


Después de un instante de sorpresa, Paula se echó a reír, la suya era una sonrisa sincera, de corazón. Él se sintió sumamente reconfortado. Es lo que estaban necesitando para romper el hielo.


—Tal vez la vía del humor sea la mejor solución —dijo ella cuando se apagaron las risas.


—Cuando sucede lo inconfesable, confiésalo, y no le des importancia.


—¿Sabes que me parece que es un buen consejo?


La manera en que ella le miraba le hacía sentirse un gigante de tres metros. ¿Cuándo había sido la última vez que una mujer le había hecho sentir así?


—¿Fue de verdad un accidente lo que sucedió en la discoteca?


—No exactamente —respondió ella.


Su falta de disposición para confiar en él le molestó. Pero, después de todo, ¿por qué debía confiar en él?


Él sólo era su guardaespaldas. Un guardaespaldas que la había besado.





3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! me encanta esta historia!

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  2. Guauuuu !! que inintensos capitilos !! Me encanta esta novela

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  3. Wowwwwwwwwwww, re intensos los caps!!!! Me fascina esta historia!!!!!!!!!

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