miércoles, 1 de abril de 2015

INEVITABLE: CAPITULO 28





Paula estaba acostada a su lado, curvada contra su cuerpo. 


Ambos estaban desnudos. Después de su primera ronda, ella se había puesto la ropa interior y su camisa, una vista que Pedro encontraba particularmente sexy, especialmente cuando incluía en la ecuación sus rizos rubios totalmente revueltos.


Pedro sintió un tirón en su pecho ante la imagen de Paula en su cama. Se sentía correcta en ese lugar. Como si le perteneciera. Le asustaba un poco, porque nunca antes se había sentido de esa manera con alguien. Tenía treinta años, no era exactamente inocente, había dormido con un buen número de mujeres, algunas incluso que no vio más de dos veces. Pero todas sus relaciones habían sido casuales, y había sido absolutamente claro con ellas. En el pasado, siempre había utilizado su trabajo como excusa para evitar enseriarse con nadie. Ahora se daba cuenta que con la persona adecuada, no quería una excusa.


Pedro se inclinó, susurrando su nombre suavemente. Sabía que era un bastardo egoísta por despertarla, pero le encantaba la tranquilidad de su intimidad, lo que decía mucho acerca de su relación sin que ninguno de ellos tuviera que decirlo. Sin mencionar que habían pasado un par de horas y ella estaba acostada junto a él desnuda. Él bien podría sentarse allí en la oscuridad excitado, o podía hacer algo al respecto.


Él dijo su nombre una vez más, y ella se despertó. Él los rodó y besó su cuello mientras se acostaban de lado. Su boca vagó por el lateral de sus senos, y trabajó su lengua alrededor de uno de sus pezones. Paula se dibujó una sonrisa perezosa en su rostro.


—Hmm... —movió sus manos sobre él, suspirando mientras acariciaba su pecho y estómago. Sus manos se sumergieron más abajo y encontraron su erección dolorosamente dura. 


Sus ojos se abrieron maliciosamente.


—¿Ya?


—Creo que siempre está así cuando te tengo cerca.


Ella deslizó una rodilla sobre su cadera. —Eso me gusta.


No necesitando ningún estímulo adicional, Pedro se extendió hacia atrás y tomó un preservativo de la mesita. Rodando, apretó las caderas y lentamente se hundió en su cálido cuerpo. Tomó su trasero con una mano y rodó sus caderas hacia adelante y hacia atrás en un ritmo suave y calmado.


Cuando la escuchó jadear, hizo una pausa.


—¿Es demasiado?


Ella cerró los ojos y movió sus caderas contra él, instándolo más profundo.


—Es perfecto. Siéntete libre de despertarme así todas las noches que quieras.



*****


Carolina caminaba por la cubierta del barco con un pequeño morral colgando de su hombro y una sonrisa malvada en su cara. Su mejor amiga, Paula, no había vuelto al camarote la noche anterior y ella estaba feliz por eso. Pero era tiempo de poner las cosas en orden antes de que su amiga se metiera en un paquete del que no supiera salir luego.


Antes de salir de la habitación llamó para ordenar un desayuno para cuatro personas que enviarían al camarote de Pedro. Allí se dirigía en ese momento, con una muda de ropa limpia para Paula. Tampoco iba a dejarla hacer el paseo de la vergüenza vistiendo el mismo vestido de anoche. Porque seducir a Pedro era una cosa, pero al resto de los pasajeros del barco… no, definitivamente eso no estaba en el plan.


Llegó al camarote que Mauricio compartía con su hermano y tocó la puerta. Al cabo de unos minutos un ojeroso Mauricio la dejaba entrar mientras se frotaba la cara, se acercó a ella y le dio un beso rápido.


—Di que viniste para que me pueda vengar de esos dos —suplicó—. No tienes idea de lo frustrante que es escucharles follar como conejos mientras estás solo en la habitación.


Mauricio hizo su mejor cara de cachorro y Carolina tuvo que reírse de ella.


—Lo siento, cariño —se disculpó antes de besarlo. Dejó el morral a un lado y le dio un vistazo a la sala de estar, que era idéntica a la de su camarote.


—Tengo una idea de cómo puedes compensarme…


—Espero que hables de comida, porque el desayuno viene en camino.


Justo en ese momento un par de golpes sonaron en la puerta nuevamente, haciendo que Mauricio resoplara antes de levantarse para abrir.


—Eres una mujer cruel —se lamentó mientras hacía girar el pomo de la puerta.


—No tienes idea —respondió ella en voz baja.



*****


Durante el desayuno, Mauricio se sentó en la silla junto a Paula


Pedro se había levantado de la mesa un momento para ir al baño.


—Entonces… —dijo Mauricio, poniéndose cómodo.


Paula empezó a juguetear con el tenedor, haciendo figuras en su plato.


— ¿Entonces?—preguntó haciéndose la tonta.


Carolina se unió a la fiesta con sus insinuaciones poco sutiles.


—Te ves cansada esta mañana —dijo con una mirada insinuante en dirección a su amiga.


—Mauricio también se ve cansado, no veo que le digas nada al respecto —le dijo Paula.


—Eso es porque no me dejaban dormir —dijo Mauricio.


Paula abrió la boca para responder, pero la cerró inmediatamente. Se sonrojó y trató de disimular una sonrisa.


—Así de bien, ¿eh? —se burló su amiga.


Pedro volvió a la mesa y terminaron de tomar el desayuno en silencio. Eventualmente intercambiaban risitas que el doctor no alcanzaba a comprender, y decidió ignorar con un encogimiento de hombros. Aunque Mauricio estaba disfrutando las bromas a costillas de su hermano, empezó a sentirse cansado. Lanzó un largo bostezo y se disculpó antes de retirarse a su habitación.


—Traje un poco de ropa para ti —dijo Carolina, quien se sentía satisfecha al ver a Paula tan cómoda con la ropa de Pedro, aunque le venía un poco grande. Ella asintió y sonrió.


—Y cuéntame, Pedro… ¿Qué harás al llegar a Los Ángeles?


—Ir a ver a mis padres antes de volver a mi consulta —dijo no entendiendo el punto de aquella pregunta.


—Uhmm… pensé que habían hecho planes juntos…


Paula abrió los ojos como platos y se atragantó con un pedazo de pan. Pedro le dio golpecitos en la espalda y le tendió un vaso con agua para ayudarla.


—Carolina, creo que no es necesario hacer esto —le dijo a su amiga apenas pudo hablar.


Su amiga asintió y terminaron de desayunar en un incómodo silencio.




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