jueves, 26 de marzo de 2015

INEVITABLE: CAPITULO 7






Mientras Carolina conducía por Sunset Boulevard conversaba alegremente con Paula sobre la noche anterior, y ella decidió contarle su pequeña “aventura” en el servicio de caballeros.


—Entonces terminaste viendo como un semental montaba una fiesta en el baño del bar... —repitió Carolina fascinada después de que Paula le contara lo que recordaba de la noche anterior—. ¿Y cómo era? ¿La tenía grande?


—Ya te dije que no los vi, solo los escuché —le aclaró a su amiga—. Pero sí... era grande. Y con grande quiero decir MUY GRANDE —destacó—. ¡Dios! Si Sergio la hubiese tenido así de grande no me hubiese importado que... —se cortó cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir.


—Espera un momento... —pidió Caro sorprendida—. Me estás diciendo que estuviste toda la vida con un hombre mal dotado y que además no te satisfacía en la cama. Mujer ¿cómo es que no lo echaste antes?


—Yo lo amaba —se defendió Paula.


—¿En serio? Porque no te veo sufrir porque se fue, solo porque no has podido escribir nada decente desde entonces —señaló su amiga—. Me parece que solo estabas enamorada de la idea de terminar tus días junto a tu novio de la secundaria, y eso es muy dulce; pero eso está bien para una novela, no para la vida real.


—¿Cómo es que terminamos hablando de esto? —se preguntó Paula—. No importa, de cualquier manera lo mío con Sergio terminó, al semental del baño no lo volveré a ver, así como tampoco volveré a ver a Pedro. Tomaré esas vacaciones, trataré de trabajar en mi escritura y haré un plan de respaldo, solo por si acaso.


—Si tú lo dices…—dijo Carolina como si aceptara sus palabras.


—Sí, yo lo digo—repitió Paula.



*****


La agente de viajes hizo una última consulta en su ordenador antes de mirar nuevamente a su cliente.


—Bien, señor Alfonso, ya lo tengo —anunció—. Los cambios en su reservación han sido actualizados. Por suerte había vacantes y no he tenido que cambiar la programación, así que en unos minutos tendré listos sus pases de abordaje y su itinerario. En caso de que deseen programar las actividades adicionales disponibles, podrán hacer los arreglos con nuestro representante a bordo.


—Gracias —respondió Pedro brindándole una sonrisa a la chica.


La chica regresó su atención a la pantalla, y mientras tecleaba Mauricio observaba disimuladamente su escote. 


Pedro se volvió hacia su hermano para decir algo, y cuando asimiló lo que pasaba le dio un golpe con la palma abierta en la parte trasera de la cabeza.


—Crece, Mauricio —dijo entre dientes.


—Oh, definitivamente creció —respondió Mauricio divertido mientras señalaba hacia sus pantalones. Pedro puso los ojos en blanco, pero cuando fue a decir algo más su teléfono sonó anunciando una llamada entrante.


El doctor se alejó del escritorio de la agente de viajes para responder, y luego de unos segundos se acercó a su hermano.


—Lo siento pero me tengo que ir —se disculpó—. Puedes encontrarme en el hospital si quieres, o nos veremos más tarde en casa. No te metas en líos mientras tanto.


—Creí que estabas de vacaciones —se burló Mauricio mientras su hermano caminaba hacia la puerta.


—Es una emergencia, y estoy en el área —Pedro se detuvo para responder—. La última —suspiró luego para sí mismo.


—Sí, claro —dijo su hermano en voz baja.


La agente de viajes se volvió hacia Mauricio con una sonrisa tensa, y él le respondió apoyando su cuerpo contra el mostrador y arqueando una ceja mientras esbozaba una media sonrisa. La chica se sonrojó y trató de recuperar la compostura desviando su atención al computador, pero en el proceso arrojó un par de lápices y su grapadora al piso.


—En un minuto estará lista su información —se disculpó mientras se inclinaba para recuperar sus cosas, pero Mauricio siguió sus movimientos y se coló tras el mostrador para atrapar su mano.


—Permíteme ayudarte con esto —dijo mientras levantaba un lápiz y acariciaba la pierna femenina con la punta tapada—. Y dime… Grace —miró el nombre en la placa de identificación que llevaba su uniforme—. ¿Hace mucho que trabajas en esto?


La chica asintió con nerviosismo y tragó con dificultad. Él sonrió por el efecto que tenía sobre ella.


—Debe ser un trabajo muy… excitante —sugirió acercando su rostro al de ella.


Grace se aclaró un poco la garganta antes de enderezarse en su asiento y responder.


—En realidad es un trabajo normal, señor —dijo simplemente—. Un horario tranquilo lleno de tareas tranquilas.


—¿Y haces algo para divertirte? —le preguntó él—. O tienen alguna política de “no salir con clientes”.


—¿Me está pidiendo salir, señor? —quiso saber la chica, quien se puso roja apenas soltó la frase.


Mauricio sonrió ampliamente mientras se ponía de pie y le entregaba las cosas que había tirado.


—Es posible —respondió—. ¿Aceptarías?


Un par de risas femeninas rompieron el momento justo antes de que la puerta se abriera. Cuando las mujeres entraron en la lujosa oficina de la agencia, el reconocimiento golpeó los ojos de Mauricio.


—¡Carolina! —saludó alegremente, haciendo que la tensa sonrisa profesional de Grace se desinflara rápidamente. 


Luego Mauricio desvió su atención a la acompañante de su vecina


—¿Tú? —dijeron al unísono. Incredulidad y sorpresa teñía sus voces.


—¿Se conocen? —quiso saber Carolina—. No recuerdo haberlos presentado, pero es bastante genial que mis dos mejores amigos se conozcan —la escritora se encogió de hombros—. Pau, él es mi vecino Mauricio… en fin, los dejo ponerse al día —dijo antes de enfilar al mostrador. Aunque en realidad solo deseaba una panorámica de la escena y poder escanear el trasero de su vecino desde un mejor ángulo.


Cuando Paula vio a Carolina alejarse se concentró en mantener su cara de póker. Arqueó una ceja a la máquina sexual que tenía a su lado, retándolo a decir la primera palabra. Y él aceptó el reto.


—¿Tuviste una buena noche? —se burló él.


—Una fantástica noche, a decir verdad —mintió ella sin poder evitar que su voz temblara.


Mauricio se carcajeó de la respuesta de Paula. Le quedaba claro que no era cierto. La chica era pésima mintiendo. A pesar de haber dicho una frase corta, se había puesto en evidencia al lanzarle una mirada suplicante a Carolina mientras retorcía sus manos.


—No tienes que mentir —le dijo Mauricio—. Seguro que no viste nada mejor que esto el resto de la noche —se señaló a sí mismo manteniendo una sonrisa socarrona en la cara.


Mauricio estaba disfrutando molestar a aquella desconocida, que resultó ser amiga de Carolina. Qué pequeño es el mundo, pensó, ella debe ser la misteriosa chica de Pedro.


—Pero cuando decidas dejar de ser solo una espectadora, avísame —le guiñó un ojo y se volvió hacia el mostrador donde Grace y Carolina hablaban sobre paquetes vacacionales. La eficiente agente de viajes ya tenía su información de viaje lista, así que le tendió un sobre con todo lo que necesitaba. Cuando Mauricio tomó el sobre de sus manos le brindó una sonrisa sexy y le guiñó el ojo.


—Feliz viaje, señor Alfonso —le dijo la chica.


—Nos vemos pronto, hermosa Grace —se despidió Mauricio—. Carolina, querida… como siempre un placer —dijo antes de depositar un beso en la comisura de sus labios—. Adiós chica curiosa —fue su despedida hacia Paula antes de abandonar la oficina completamente.


*****


El doctor salió de la agencia de viajes en el centro comercial y fue hasta el estacionamiento para recuperar su carro. 


Según los datos que le dio la enfermera de guardia, uno de sus pacientes había tenido un paro cardíaco mientras conducía de vuelta a casa; cosa que además había provocado un aparatoso accidente de tráfico. No habían podido comunicarse con el doctor que cubriría su plaza durante las vacaciones, y los residentes no se daban abasto para atender el área de urgencias.


Condujo rápidamente hacia el hospital, que por suerte no estaba muy lejos del lugar donde se encontraba. Dejó su auto estacionado en el lugar correspondiente y salió corriendo hasta la entrada de la emergencia. Apenas cruzó las puertas dobles un par de enfermeras se acercaron para ponerlo al corriente de la situación. Caminaron a su lado, escoltándolo hasta su cubículo, y luego entregaron la historia de su paciente, donde habían actualizado los datos relacionados al ataque que sufrió y el cuadro general posterior al ingreso.


La alerta de un nuevo mensaje entrante sonó en su celular, pero Pedro decidió ignorarlo mientras se abría paso al lugar donde reposaba su paciente.


*****


—¿Chica curiosa? —se burló Carolina cuando Mauricio salió de la agencia de viajes.


Paula hizo una mueca con la que pretendía expresar que no era el momento adecuado para tener esa conversación.


—Oh vamos, suéltalo… sabes que te mueres por contarme —suplicó su amiga. Hizo una pausa abrupta y abrió los ojos como platos—. No me digas que él es el tipo que viste anoche…


Paula asintió, incapaz de hablar, y luego soltó una sonora carcajada.


—No tenía la más remota idea de que… —la chica en el mostrador se aclaró la garganta para interrumpir a Carolina, quien se volvió con cara de arrepentimiento—. Oh, ¡lo siento!


—Hola, mi nombre es Paula Chaves —cortó la otra escritora—. Una amiga hizo una reservación para mí —explicó, refiriéndose a su editora—. Pero me gustaría hacer una modificación en mi plan de viaje.


—¿Me permite una identificación y el número de su reserva? —pidió la chica.


Paula le tendió su licencia de conducir y el sobre que Victoria le había entregado en su oficina. Grace tecleó los datos en su ordenador y luego se centró en Paula.


—¿Qué cambios desea hacer? —preguntó.


—Me gustaría reservar boletos para mi acompañante —señaló a Carolina, quien hizo un pequeño saludo con la mano mientras mostraba una sonrisa digna de un anuncio de crema dental.


Grace asintió y volvió a teclear en su ordenador. Al cabo de unos segundos se escuchó su voz.


—Lo siento, señorita Chaves, pero no quedan vacantes para esa fecha —se lamentó la chica—. Si lo desea, podemos cambiar su reserva por una con acompañante en otro barco que cubre la misma ruta; la fecha de salida cambiaría: en lugar de abordar mañana por la noche, lo haría el día lunes desde Miami. Cotizaré los boletos aéreos para pasado mañana junto a su orden


—¿Y eso cuánto me costará? —quiso saber Paula.


—La señorita Newmann dejó su cuenta de viajes abierta para que hiciera los cargos allí —informó Grace.


—Y esa es la razón por la que amamos a nuestra editora —animó Carolina elevando los brazos, provocando la risa de su amiga.


—Espero siga siendo tan amable cuando no cumpla con el deadline —suspiró Paula.


—No seas pesimista —su amiga se acercó a ella y la envolvió en sus brazos de forma maternal—. Vas a terminar esa novela y va a ser la mejor maldita novela que has escrito en tu vida, cumplirás con tus fechas y además conseguirás una cita caliente durante tus vacaciones.


La resolución de Carolina hizo que Paula sonriera. Si tan solo ella pudiera tener un poco de su optimismo…





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