martes, 17 de marzo de 2015

DELICIAS DE AMOR: CAPITULO 5




Cuando el timbre anunció la llegada de un paciente más, Pedro tuvo que contener un profundo suspiro. No porque le importara tratar a sus pacientes, en absoluto. 


Disfrutaba haciéndolo, incluso cuando alguno suponía un reto a sus conocimientos. No le importaba dedicar todo su tiempo a la clínica. Lo que odiaba era el papeleo. Todo lo relacionado con el papeleo le resultaba tedioso, aunque admitía que era necesario.


Por eso contaba con dos recepcionistas, una por la mañana y otra por la tarde, que se ocupaban de registrar todos los datos y actualizar los informes.


Sin embargo, a veces, cuando una o la otra se ausentaba durante más de diez minutos, se ocupaba de la recepción él mismo.


Eso estaba haciendo en ese momento, dado que Erika había salido a una tienda local para comprar la cena y llevarla de vuelta a la clínica. Alzó la vista del teclado para ver quién acababa de entrar.


—Has vuelto —dijo Pedro con sorpresa, al ver a Paula. En cuanto entró, su sexualidad natural e inconsciente inundó la atmósfera de la sala de espera. En un instante, se rindió a su hechizo—. ¿Le ocurre algo a Jonathan? —fue lo primero que se le pasó por la cabeza.


Entonces se fijó en que ella llevaba una caja de cartón, color rosa. Se preguntó si sería otro animal para que lo examinara. 


No había agujeros en el cartón para que entrara el aire; así que no podía ser un ratoncito blanco, o similar, que se hubiera encontrado en la calle.




*****


—¿Me has traído otro paciente? —preguntó con cierta inquietud.


—¿Qué? —se dio cuenta de que él miraba la caja que tenía en la mano y comprendió, algo tarde, lo que debía de estar pensando—. Ah, no, esto no tienes que examinarlo —dijo—. Al menos no en el sentido que estás pensando.


Él no tenía ni idea de lo que podía significar eso. Pero empezaba a captar el aroma que salía de la caja. Sus papilas gustativas se pusieron en alerta.


—¿Qué es eso? —preguntó, saliendo de detrás del mostrador de recepción y acercándose. Le pareció detectar un punto de canela, entre otras cosas—. Huele divinamente.


—Gracias —Paula esbozó una amplia sonrisa.


—¿Eres tú? —la miró sorprendido y confuso. Se preguntó si era algún nuevo perfume, diseñado para despertar el apetito de un hombre, en su variedad no carnal. Su boca empezaba a salivar.


—Solo hasta cierto punto —contestó Paula, risueña. Al ver que Pedro parecía aún más confundido, se apenó de él y le ofreció la caja rectangular—. Son para ti, y para el resto de la plantilla —añadió, por si acaso suponía que intentaba flirtear con él; sin duda era algo que le ocurría a menudo.


Los hombres tan guapos como Pedro Alfonso nunca pasaban desapercibidos. Gracias al espeso pelo rubio pajizo, la altura y esbeltez de su cuerpo y los magnéticos ojos azules que parecían escrutar el interior de su alma, el veterinario habría llamado la atención incluso entre una multitud.


—Es mi manera de dar las gracias —añadió.


—¿Las has comprado para nosotros? —preguntó Pedro, aceptando la caja.


—No. Las he hecho. Soy chef de repostería —explicó, para que no pensara que había elegido la primera receta que había visto en Internet. Sin saber por qué, quería hacerle saber que, a su manera, también era una buena profesional—. Trabajo para una empresa de catering —añadió, aunque tal vez fuera más información de la que el hombre quería oír—. Como no me dejaste pagar, quería hacer algo a cambio. Es repostería natural, no contiene aditivos artificiales, y tampoco gluten o nueces —añadió, por si era alérgico a alguno de esos ingredientes, como lo había sido su mejor amiga de infancia.


—Pues huelen de maravilla —abrió la caja y el aroma pareció envolverlo—. Si no supiera que estoy vivo, pensaría que he muerto y he subido al cielo.


—Según dicen, saben mejor que huelen —apuntó ella con timidez.


—A ver si es verdad —Pedro sacó una pasta y la mordió lentamente, como si temiera alterar su delicada composición. 


Sus ojos se agrandaron e iluminaron de placer—. El cielo queda confirmado —dijo, antes de dar un segundo bocado.


No tardó en seguirle un tercero.




3 comentarios:

  1. Cómo me gusta esta historia Carme. Me parece re divertida.

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  2. Muy linda historia! Me parece que Pedro ya se enganchó, o es muy generoso con sus clientes!

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  3. Me encanta esta historia Carme ! Pinta lindo los personajes... algo divertido y alegre !!

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