martes, 17 de febrero de 2015

UNA NOCHE DIFERENTE: EPILOGO





Ha sido una boda preciosa —comentó Lucila.


—Y sobre todo, ya era hora de que se celebrara —añadió Alejo.


—Tienes la sensibilidad de un corcho —repuso su esposa.


Alejo se encogió de hombros y se volvió para mirar a Pedro, que vestido de esmoquin y con la corbata suelta, sostenía a su hijo de dos meses de edad.


—¿Tan insensible soy, hermanito?


Pedro bajó la mirada a su hijo. Al pequeño Lautaro no le importaba que sus padres acabaran de casarse. Tenía el corazón henchido de amor, y de orgullo. De que su hijo tuviera una familia que lo quisiera. Y de que su vida fuera a ser mucho más hermosa de lo que lo había sido la de Alejo, o la suya propia.


—Sí que lo eres —replicó—, pero eso forma parte de tu encanto.


Paula volvió en ese instante, del brazo de su padre. 


Acababan de bailar y estaba radiante.


—¿Te importa que te robe a mi nieto un momento? —le preguntó Jose Chaves—. Te lo cambio por la novia.


—Trato hecho.


Entregó el bebé a su suegro y tomó luego a Paula de la mano para llevarla de vuelta a la pista de baile.


—Esta boda se parece mucho a ti, ¿sabes? —le dijo mirando a su alrededor y contemplando la sencillez de la decoración, los colores vivos. Irradiaba alegría. Al igual que su esposa.


—Sí. Pero contigo, soy mucho más yo.


—Me alegro —le besó la nariz—. Yo soy ciertamente un hombre mejor. Es increíble lo que se siente cuando se empieza a comprender el significado del amor.


—Me alegro,Pedro, porque tú tienes mucho amor que dar.


—Nunca había sido tan feliz.


—Entonces, tenemos un nuevo objetivo.


—¿Cuál?


—Perseguir una felicidad todavía mayor, cada día.


—Contigo, Paula, eso no será nada difícil.



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