martes, 24 de febrero de 2015

PROHIBIDO: CAPITULO FINAL





El fuego crepitaba en la enorme chimenea mientras Pedro le daba ostras directamente de la concha. Ella arrugó la nariz por el sabor.


—No te preocupes, ya te acostumbrarás al sabor.


—No creo que me acostumbre. No me importa reconocer que es una causa perdida para mí.


—Me alegro de que no me consideraras una causa perdida.


—¿Cómo iba a hacerlo si te enfrentaste al consejo de administración por mí? ¿Te costó mucho impedir que me crucificaran?


—Estuve a punto de dimitir, pero cuando expliqué que te merecías toda la confianza porque habías salvado a la empresa de otra caída en el mercado, todos estuvieron de mi lado.


—¿La salvé? —preguntó ella con los ojos como platos.


—Sí. Al contarme lo de Gaston, ahorraste mucho tiempo a los investigadores y fue fácil encontrarlo escondido en Tailandia con Lowell. ¿No viste la noticia de su detención?


Pedro, casi no podía ni comer. Arriesgarme a verte en las noticias era demasiado.


—Lo siento.


Ella lo besó y vio que le ponía más comida en el plato.


—Con eso puede comer un regimiento. Yo no puedo comérmelo.


—Inténtalo. Me espanta oír que no comías por mi culpa. Vi a mi madre consumirse por no comer después de lo que le hizo mi padre.


Pedro


—Come, agapita, y dime que me perdonas.


—Te perdonaré lo que sea si sigues llamándome esi.


Después de que hubiese comido, la tumbó sobre la alfombra y la besó por todo el cuerpo repitiendo la palabra hasta que ella sollozó de deseo. Después de hacer el amor, le secó las lágrimas y le besó los párpados.


—Te he hecho llorar de felicidad y sin tortitas… Eso, agapita, es lo que llamo un buen resultado.





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