martes, 17 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 17

 

Miro a Pedro, que había aparecido junto a su mesa mientras ella soñaba despierta.


—¿Quieres que vaya contigo a la boda de Darío y Ailín? —repitió.


—Me gustaría mucho —corroboró—. Por favor, di que sí.


Al mirar a Pedro, le costaba recordar qué había visto alguna vez en su hermano, a pesar de que era un chico estupendo.


Durante un momento, se sintió tentada de aceptar, pero luego recordó su resolución. A regañadientes, movió la cabeza.


—Te agradezco la invitación, pero no creo que sea una buena idea que salgamos —explicó—. Espero que lo entiendas.


Él cruzó los brazos sobre el pecho.


—¿Te importaría decirme por qué?


Debería haber adivinado que alguien con el éxito de Pedro no aceptaría fácilmente un no por respuesta. Parte de su fórmula de triunfo debía basarse en la persistencia.


Solía pasarlo mal para mantener sus decisiones cuando entraba en juego la persuasión. Le costaba decirle que no a la gente. Al menos hasta cierto punto. Siempre temía herir sus sentimientos, razón por la que había salido con algunos hombres que no le habían resultado atractivos.


Con repentina claridad, comprendió que esa dificultad para dar una negativa había sido la razón precisa de haber terminado prometida a Damián. No porque en algún momento lo hubiera amado de verdad.


Lección aprendida.


Pero, ¿y si Pedro no lo entendía?


—He decidido centrar mi energía en realizar un buen trabajo aquí —explicó gentilmente, con las manos unidas debajo del escritorio. Se dio cuenta de que dar un no sin sentirse culpable iba a requerir tiempo de práctica—. Creo que salir con mi jefe podría complicar eso, ¿tú no?


Pedro entrecerró los ojos. Luego su expresión se despejó.


—Oh, ya entiendo —rió entre dientes—. Pensaste que te pedía una cita.


«Oops».


—¿Y no era así? —graznó ella, el súbito bochorno le atenazó la garganta.


Él alzó las manos con las palmas hacia fuera.


—Es culpa mía. Sé que probablemente aún estés superando lo sucedido con Damian, pero debería haberme explicado mejor.


Lo último que quería era que Pedro o cualquier otro pensara que aún mantenía la antorcha encendida por Damián Traub.


—No es eso en absoluto —protestó.


—Escucha, Darío es uno de mis mejores amigos —continuó él como si ella no hubiera hablado—. Es imposible que pueda saltarme la boda, pero odio aparecer solo. Es incómodo, ¿comprendes? Las novias ven a un chico solo y de inmediato se ponen a pensar con quién pueden emparejarlo —movió la cabeza despacio—. Preferiría evitar todo eso —su sonrisa fue casi de súplica—. Ni siquiera tendríamos que hablarle a Darío si es lo que quieres, pero lo consideraría un gran favor si me acompañaras.


Pau se sintió como una idiota por sacar conclusiones precipitadas.


—Lo entiendo —confirmó con las mejillas encendidas—. Por supuesto que iré contigo.


—Estupendo —Pedro se frotó las manos—. Bueno, luego podemos concretar los detalles.


Sólo después de que él se marchara silbando comprendió con qué facilidad había caído en su encerrona. No es que hubiera pretendido manipularla. Era evidente que no tenía un interés personal en ella. Sólo quería disponer de alguien que colgara de su brazo.


Después de mirar su reloj, recogió el escritorio. Incluso la nueva Paula tendría que decidir qué ponerse. Por principio general, no estaría mal mostrarle a Damián lo que había descartado.


Con la tarjeta de crédito al límite por haber comprado el guardarropa de trabajo, tendría que encontrar algo en su armario. Tenía suerte de que estuviera bien equipado con ropa de fiesta.



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