jueves, 1 de julio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 37

 


Y estuvo completamente seguro cuando por fin llegaron a su camarote y la tomó entre sus brazos.


—Llevo toda la noche esperando este momento —murmuró, inclinando la cabeza para buscar sus labios.


Pero ella apartó la cara.


—Si no te importa… son las cuatro de la mañana y estoy agotada. Además, tengo que levantarme casi de madrugada para organizarlo todo.


Algunos de los invitados se marchan muy temprano.


—Un beso —insistió él.


Paula, con los ojos cerrados, entreabrió los labios para recibir un beso… pero Pedro siguió besándola apasionadamente hasta que se derritió entre sus brazos.


—¿Seguro que estás demasiado cansada?


Ella lo miró durante largo rato y Pedro pudo ver cómo el brillo de sensualidad en sus ojos desaparecía.


—Sí, lo siento —se disculpó—. Pero tú puedes hacer lo que quieras.Tengo entendido que hay al menos dos mujeres en este barco con las que te has acostado y estoy segura de que no les importaría repetir la experiencia. Y, si no, siempre puedes volver a tierra y buscar a alguna que te guste.


El la miró, furioso. ¿Cómo podía dudar de su integridad moral?


—Veo que tienes muy buena opinión sobre mí —dijo, irónico—. Y en el futuro es posible que me aproveche de tu generosa oferta. Pero me gustaría saber quién ha estado contándote mentiras.


—Bueno, yo sabía lo de Eloisa, pero mientras tú estabas con tus cochecitos oí hablar a Sofía Harding. Te describía como un gran amante, por supuesto, y decía que yo le daba pena. Creo que sus palabras exactas fueron: «seguro que no sabe que Pedro se ha acostado con al menos dos de sus invitadas… probablemente más».


Lo había dicho en un tono helado, desinteresado, como si no tuviera nada que ver con ella y Pedro la miró, sorprendido.


—¿ Y tú has creído eso?


—El número de mujeres con las que te has acostado es legendario — contestó Paula, irónica—. Y tú nunca lo has negado.


Su reputación en el mundo de los negocios era de primera clase, pero él no solía preocuparse por lo que dijeran las revistas del corazón.


—No tengo por qué hacerlo. En cuanto a Sofia Harding… intentó coquetear conmigo y yo le paré los pies. Es una mujer despechada, eso es todo.


—Si tú lo dices… —Paula se encogió de hombros antes de entrar en el cuarto de baño.




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