viernes, 12 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 7

 


Ella se quitó el abrigo y se giró para colgarlo en el respaldo del asiento.


Su blusa se retorció hacia un lado y, por un momento fugaz, se le levantó y dejó ver una porción de su piel pálida marcada con tinta negra. Pedro se fijó en la cola de águila tatuada en la base de su columna. Las alas abarcaban el ancho de sus caderas y la majestuosa cabeza desaparecía tras el dobladillo de la blusa.


La miró a la cara cuando se dio la vuelta de nuevo. El corazón le latía con fuerza. Solo un puñado de personas sabía que la señal de llamada de su escuadrón era «Cola de águila». ¿Cuáles eran las probabilidades de que una civil apareciera con una tatuada de forma tan prominente en su cuerpo?


Muy pocas.


Regresaron entonces los viejos sentimientos; la desconfianza, la duda.


Intentó desecharlos de forma racional. ¿Cuántos espías llegaban cómplices de ocho años? ¿Aunque cuántas tenían el aspecto de la mujer que estaba sentada frente a él?


«Solo las buenas», pensó. Respiró profundamente y se centró en su animada respuesta.


—… y debería considerar mover también el mostrador. Está perfectamente situado para ver la puerta, pero terriblemente para controlar toda la tienda. Disuadir, detectar, retrasar —toda su actitud cambiaba cuando se encontraba resolviendo un problema. Ese brillo en sus ojos, la manera en que se inclinaba hacia delante ligeramente, su cabeza ladeada hacia la izquierda mientras razonaba. Siguió hablando durante otro minuto más. No parecía tener planes ocultos, salvo demostrarle la basura en que se había convertido la seguridad de WildSprings mientras él había estado fuera.


La señorita Chaves se detuvo en su discurso el tiempo suficiente para fijarse en su expresión.


—¿Qué?


—¿Se ha fijado en todo eso en los pocos minutos que ha estado en la tienda? —preguntó Pedro. Ella se encogió de hombros—. Dígame por qué debería contratarla, señorita Chaves.


—Tengo experiencia inmediata en un entorno de vida salvaje y estoy especializada en control de perímetro. Un parque de este tamaño será difícil de controlar si no puede asegurar sus límites. También he trabajado en seguridad en comercios al por menor, y tengo muchos contactos en seguridad de estado, aduanas y…


Pedro levantó una mano.


—Hay mucha gente que tiene la experiencia suficiente para este trabajo. Dígame por qué debería contratarla a usted.


Ella levantó una ceja y tomó aliento.


—Porque ansío el trabajo. No vengo con planes ocultos ni deseos de dirigir el lugar. Disfruto haciendo lo que hago y me encantan los desafíos, pero no me perderá cuando me acomode en mi trabajo. Soy leal y sincera…


Pedro intentó no fijarse en la selección de artículos robados que había sobre el escritorio.


—… y soy muy buena en lo que hago —concluyó ella, inclinada ligeramente hacia él. Sería muy fácil confiar en esos ojos. Salvo que la confianza era una desconocida por allí.


—Hoy no ha sido muy sincera —dijo él.


—Usted tampoco.


Pedro se recostó en el asiento. Ella tenía razón.


—¿Y en qué no es buena? ¿Cuáles son sus debilidades? —la ansiedad apareció y desapareció de sus ojos en un abrir y cerrar de ojos, pero no lo suficientemente deprisa como para que él no pudiera verlo.


—No soy brillante con la rutina. No está en mi naturaleza. Sé que eso puede ser un punto importante teniendo en cuenta su… —se detuvo—. Teniendo en cuenta de dónde viene.


Pedro oyó las sirenas de alarma en su cabeza. ¿Había investigado en su pasado?


—¿Y de dónde vengo? —le preguntó con frialdad.


Ella se aclaró la garganta.


—Me refiero a su pasado militar.


Solo una docena de civiles sabía que era un Taipán(1). El vello se le erizó al instante.


—¿Qué pasado militar?


—Cada centímetro de su cuerpo es militar. Diría que de las Fuerzas Especiales, a juzgar por cómo le gusta intimidar a la gente. Lo entenderé si prefiere no hablar de eso, pero por favor, hágame el favor de no tratarme como a una idiota.


—Usted no parece intimidada.


—Me desacostumbré. Últimamente hace falta algo más que arrogancia para dejarme afectar, señor Alfonso.



(1) Royal Australian Navy




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