jueves, 11 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 5

 


Ocho minutos y un afeitado más tarde, Pedro se recostó en la silla de Julián y abrió el informe de Paula Chaves. Automáticamente centró la atención en su estado civil. Era una madre soltera que se presentaba al puesto de coordinador de seguridad a pesar de su juventud.


Interesante.


La voz de su ayudante lo interrumpió.


—Ha llegado la señorita Chaves, señor.


Pedro cerró el archivo y se puso en pie. Tal vez Paula Chaves se propusiera algo malo, pero seguía siendo una mujer y, en su mundo, un hombre se levantaba en presencia de una mujer. Paula le dirigió una sonrisa educada a Simone al entrar por la puerta. Entonces se detuvo en seco al ver quién la esperaba en el despacho.


¿Tú? No dijo nada, pero su cuerpo hablaba por sí solo.


—Bienvenida oficialmente a WildSprings, señorita Chaves. Soy Pedro Alfonso.


Paula recuperó la compostura en pocos segundos, se sentó frente a él y lo miró con aquellos increíbles ojos grises.


—¿Siempre espía a sus empleados potenciales antes de la entrevista? —preguntó refiriéndose a su encuentro anterior.


—Ha sido una coincidencia —Pedro se sentó en la silla de Julián y examinó a la mujer que tenía delante. Estaba nerviosa, pero lo disimulaba.


Deseaba aquel trabajo lo suficiente como para no darse la vuelta y huir al darse cuenta de que estaba atrapada. Tal vez lo necesitase. Pedro pensó en el niño pequeño de la tienda.


—¿Cuántos años tiene? —preguntó sin pensar.


Ella apretó los labios.


—En mi curriculum no aparece eso por una razón, señor Alfonso.


—¿Cree que será juzgada por su edad?


—Ahora mismo me está juzgando. Estará preguntándose cómo alguien de mi edad habrá conseguido toda la experiencia que yo tengo.


—De hecho estaba pensando cómo podría tener un hijo de la edad de Lisandro. Debía de ser prácticamente una niña cuando lo tuvo.


Ella se quedó con la boca abierta y se puso en pie de un salto. Pedro sabía que merecía esa expresión escandalizada. Había estado alejado de la gente demasiado tiempo. Él también se puso en pie.


—Por favor, siéntese, señorita Chaves. Lo lamento. Eso ha sido innecesario —volvió a sentarse y ella hizo lo mismo—. Lo que intento decir, aunque de mala manera, es que parece joven para estar metida en la industria de la seguridad.


Hizo el cálculo; no debía de tener más de veintiséis años.


—Hace mucho tiempo aprendí a utilizar mi apariencia en mi favor — dijo ella—. A veces me da ventaja sobre los demás. Me subestiman.



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