martes, 19 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 3

 

Paula se sobresaltó, inhaló una última vaharada de vapores químicos y luego gritó. No había mejor método para evitar un desmayo… aunque no servía para mejorar la visión. Lo único que sabía era que en aquellos momentos había un hombre en la habitación al que apenas podía ver.


–¡Tranquila! –exclamó el hombre–. Tranquila. No pretendo hacerle ningún daño.


Paula dejó de gritar; el sonido del agua corriendo también se acalló. Trató de abrir bien los ojos, pero sintió de nuevo el escozor y tuvo que cerrarlos de nuevo.


–¿Quién es usted? –preguntó con aspereza.


–¿Se le ha metido esto en los ojos?


Paula se sintió un poco más relajada el escuchar el tono calmado y autoritario del hombre.


–Creo que el líquido limpiador se ha mezclado con el vapor del agua caliente –contestó, consciente de que aquello no era lo más acuciante en aquellos momentos.


–Ha tenido suerte de no desmayarse –el hombre tomó a Paula por el brazo y la acercó hasta el borde de la bañera–. Siéntese.


Paula parpadeó rápidamente, desesperada por recuperarse. Oyó el ruido del agua corriendo en el lavabo y sintió la caricia de la brisa que entró por la ventana cuando fue abierta. Pero, por mucho que parpadeó, la sensación de escozor en los ojos no remitió. Lo único que lograba distinguir ante sí era una alta figura que se hallaba demasiado cerca de ella.


–¿Quién es usted?


Pedro Alfonso. He visto el cartel y he entrado. Siento haberla asustado.


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