martes, 26 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 24

 


Los jugadores empezaron a retirarse unos minutos después, dispuestos a retirarse temprano aquella noche. Pero los que estaban hablando con Paula seguían allí. Cuando esta se encaminó hacia los vestuarios, Pedro hizo lo mismo.


–¿Te vas? –preguntó cuando la alcanzó.


–Sí, me voy.


–¿Sola? –Pedro lamentó de inmediato haber añadido aquello, pero estaba tan embobado por ella que no pudo evitarlo. Aquello empezaba a resultar patético.


–Es la noche anterior al primer gran partido de la temporada. ¿De verdad crees que alguno de los jugadores estaría dispuesto a irse de juerga conmigo?


Al parecer los chicos eran más profesionales que él. Volvió la mirada hacia el grupo de jugadores y vio que varios los observaban. Salió del estadio con Paula sin importarle que lo vieran. Si pensaban que estaba con ella, mejor.


Se encaminaron juntos hacia el aparcamiento. Pedro se sorprendió cuando Paula se detuvo junto a un coche y sacó una llave del bolsillo.


–¿Este es tu coche?


–Lo es.


Pedro parpadeó un par de veces antes de deslizar una mano por el capó. Luego frunció el ceño.


–¿No tenías una de esas botellas de champán para celebrar el día en que te sacaras el carné de conducir? –entrecerró los ojos–. Enséñame tu carné de conducir.


–Lo haré en cuanto usted me enseñe su insignia, oficial –dijo Paula arrastrando la voz y disfrutando enormemente de poder burlarse de él. Estaba de buen humor porque Pedro no había querido que flirteara con los jugadores y porque la había acompañado al salir sin importarle que los vieran juntos.


–No puedo creer que santa Inocencia conduzca ilegalmente.


Paula estuvo a punto de derretirse al escuchar su risa.


–¿Por qué me llamas santa Inocencia?


–Oh, vamos. Porque eres una santa. Tú misma me dijiste hasta qué punto.


Paula suspiró.


–No creo que la virginidad tenga nada que ver con que una chica sea buena o mala. Creo que necesitas superar tus estereotipos femeninos.


–Quién fue a hablar de estereotipos. ¿Qué me dices de tu nuevo peinado, de tus falsos pechos, de tu repentina decisión de bailar en público? Lo cierto es que vives en un escondite y no te dedicas precisamente a salir de fiesta. Eres Paula, no la sexy Paula. Estás jugando a hacerte la vampiresa, la sofisticada, pero no sé por qué.


–No estoy jugando a nada –dijo–. ¿Acaso crees que soy una niña que ha estado jugueteando con el maquillaje de su mamá? Me viste antes de que fuera a la peluquería, ¿y qué? Soy capaz de ser más mala de lo que puedas imaginar.


–Lo cierto es que sí puedo imaginarlo –dijo Pedro con voz grave–. Pero, si eres tan mala, ¿por qué no tuviste relaciones sexuales con tu novio en el asiento trasero de este coche?


Ruborizada, Paula le dio un empellón.


–Porque habría sido irrespetuoso –contestó con sinceridad… y sin aliento.


Pedro apoyó la espalda contra el coche.


–No más irrespetuoso que conducir sin carné. ¿Cómo es que nunca te ha detenido la poli?


Paula se encogió de hombros a la vez que se esforzaba por no inclinarse para que su boca entrara en contacto con la de Pedro.


–Siempre conduzco con mucho cuidado.


–¿Quién te enseñó a conducir?


–Mi abuelo. Este coche era un auténtico orgullo para él, y yo lo respetaba, así que nunca se me habría ocurrido correr el riesgo de dejarle manchas de leche en sus asientos de cuero.


Pedro sonrió al escuchar la burda palabra utilizada por Paula.


–¿Y por qué no te has sacado el carné?


–He estado muy ocupada. Además, una L en la ventanilla trasera del coche estropearía su aspecto.



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