lunes, 11 de octubre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 58

 


Pedro conocía el lugar que más le gustaría. El pequeño e íntimo restaurante griego que él frecuentaba en la zona de los teatros era la solución perfecta para lo que ella quería y lo que él deseaba. No era caro, era informal y Pedro sabía que ella disfrutaría del ambiente, por no mencionar la deliciosa comida. Sin embargo, cuando estuvieron sentados y estaban disfrutando de los entrantes, Pedro vio que ella estaba empezando a sentirse muy cansada.


–¿No me dirás que estás cansada? –bromeó.


–Han pasado tantas cosas hoy. Tantas primeras veces. De verdad, no tienes ni idea.


No. Era cierto. Había muchas cosas de Paula que él no sabía y tanto que ella también desconocía sobre él, detalles que podrían ser necesarios para ayudarlos a superar una cena con la familia de Pedro.


–¿Te apetece que charlemos un poco? –sugirió.


–Claro. ¿De qué quieres hablar?


–De mañana por la noche.


–Ah, sí. Claro –dijo ella irguiéndose con gesto incómodo en la silla–. Sé que dijiste que tan sólo tenía que ser yo, pero, ¿de verdad crees que lo haré bien? Estoy segura de que no me parezco en nada a tus otras no…


–Lo harás bien –le interrumpió él. No quería pensar siquiera en las demás mujeres cuando estaba con ella–. No será en absoluto diferente del trabajo. Si nos mantenemos tan cerca de la verdad como sea posible. Nos conocimos en el baile en febrero, tuvimos una relación discreta hasta que nuestros sentimientos nos superaron y nos dejamos llevar. Mi padre trabaja en las finanzas, pero es un romántico incurable. Estará encantado de ver que me he comprometido.


–¿Y tu pasado? Ya sabes. Colegios, aficiones, cosas que debería saber sobre ti…


–Dado que no hace tanto tiempo que nos conocemos, creo que se sentirán satisfechos con lo que ya sabes de mí. Después de todo, se supone que tenemos el resto de nuestras vidas para conocer nuestros mutuos secretos.


Paula hizo girar el vaso sobre la mesa.


–¿No te preocupa que los estemos mintiendo?


Pedro se tensó.


–Me preocupa tener que hacerlo –dijo fríamente.


Paula extendió una mano y se la colocó sobre el muslo debajo de la mesa.


–Lo siento. No quería enojarte.


Él colocó la mano encima de la de ella antes de hablar.


–No estoy enojado contigo, sino con la situación. Me estás ayudando y te lo agradezco –susurró–. Mira, sé que no nos hemos embarcado en esto de la manera más amistosa o agradable, pero tú no eres feliz, ¿verdad?


–No. Estoy bien. De verdad. Te agradezco que te pensaras lo de Facundo. Sólo siento que la situación llegara a ese punto, pero sobre el modo en el que lo nuestro se ha desarrollado, bueno, yo preferiría pensar que eso es algo diferente a lo que nos ha unido –dijo. Durante un instante, pareció muy triste, pero luego lo miró con calidez–. ¿Podemos volver ahora al hotel?


Pedro sintió un calor que se le extendía por todo el cuerpo al interpretar aquella mirada. Continuarían su conversación más tarde. Mucho más tarde.




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