martes, 21 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 62

 

Te cuesta hablar de tus sentimientos


Pedro se quedó paralizado.


–Te necesito –dijo, finalmente.


–Vamos, Pedro, aparte del sexo no tenemos nada en común.


–Ninguno de los dos puede dormir sin el otro.


–Me refiero a las cosas que importan de verdad –Paula se separó de él–. Tú vales mucho más que yo, eres ambicioso y necesitas tener a tu lado a alguien que esté a tu nivel, como Sara, que es guapa e inteligente.


–Me alegro de que me tengas en tan alta estima, Paula, pero no soy más que un abogado.


–No es verdad y lo sabes. ¡Puedes ser socio del bufete, profesor o juez!


–¿Y?


–Que no puedes quedarte con alguien como yo. ¡Un juez no puede tener como novia una camarera!


–¿Por qué no? Además, yo te quiero como esposa, no como novia.


Pedro… –Paula no sabía cómo suplicarle que dejara de ofrecerla la luna cuando ella no podía aceptarla.


–Paula, tú también tienes mucho talento. Nadie sabría llevar el bar como tú, ni organizaría al personal con tanta disciplina y simpatía. De hecho, desde que te has ido, el público ha bajado. Porque sabes crear un ambiente en el que la gente se relaja.


Percibió el escepticismo con el que Paula recibía el comentario, así que continuó:

–Es verdad, Paula. ¿Qué sería de la vida sin pequeños placeres? Sabes que adoro mi trabajo, pero incluso yo necesito relajarme. Lo he aprendido gracias a ti y te necesito para llevarlo a cabo.


–Te refieres al sexo, y eso perderá su interés. Pronto te aburrirás de mí.


–No. Además, no me refiero sólo al sexo. Somos mucho más que eso. Tú me retas continuamente, me haces reír, me haces ver el lado divertido de las cosas cuando me las estoy tomando demasiado en serio. Paula, consigues que mi vida sea real.


Paula tembló con más violencia. Pedro se había puesto la toga de abogado para acabar con su resistencia.


Pedro… 


Escucha, primero dices que tengo cabeza y luego decides qué es lo mejor para mí. Yo lo sé –Pedro palideció–: eres tú. Y no puedo soportar una semana más sin ti. Además, no pienso ser juez, nunca me ha interesado serlo.


–¿Y qué vas a hacer?


Pedro volvió a rodear a Paula por la cintura y le acarició la espalda para calmarla.


–Me han ofrecido una plaza en la universidad y me he dado cuenta de que lo que quiero es dedicarme a estudiar. De hecho, vas a estar contenta: voy a enseñar Pruebas y Ética.


Paula se relajó en sus brazos.


–Me dan pena tus alumnas de primer año.


–¿Por qué?


–Porque se van a enamorar todas de ti.


–No todo el mundo me ve con tan buenos ojos como tú –dijo Paula mientras seguía tranquilizándola con sus delicadas caricias–. Mi despacho siempre estará abierto. Voy a ser el profesor más deseado de la facultad, con una esposa dueña del bar más de moda de la ciudad.


Paula finalmente suspiró y le rodeó la cintura con los brazos. La habilidad de encontrar la respuesta adecuada en todas las circunstancias iba a acabar por volverla loca. Pero eso contribuía aún más a que lo amara.




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