El día pasó en una nebulosa. Paula fue a trabajar pronto para continuar redactando la propuesta que quería presentarle a Lara cuando volviera. Tenía numerosas ideas y por primera vez en su vida estaba ansiosa por llevar a cabo un proyecto y continuarlo hasta el final.
Al final de la tarde empezaron a llegar los primeros clientes, que ya eran habituales. Pedro llegó al anochecer, se acodó en un extremo de la barra y pidió un whisky.
Paula sintió su mirada clavada en ella, siguiendo cada uno de sus movimientos mientras atendía a los clientes, recogía vasos y charlaba con Isabel.
Parecía cansado y no pudo evitar preguntarse qué estaría pensando. Finalmente no pudo aguantar más, fue hasta él, lo tomó de la mano y lo condujo hasta el despacho. Tras indicarle que se sentara en el sofá, cerró la puerta con llave y volvió hacia él con los labios fruncidos en un gesto coqueto que no dejaba lugar a dudas. Al llegar delante, metió las manos por debajo de la falda y se quitó las bragas y se desabrochó la camisa para dejar a la vista el sujetador. Luego, sin mediar palabra, se sentó a horcajadas sobre él, acariciándole el rostro.
Él deslizó las manos por debajo de su falda.
–Me encanta que actúes así –dijo, y empezó a acariciarla–. Adoro tus jadeos y tus gemidos.
–Deja que entre en ti –jadeó él, mirándola con expresión ardiente–. Necesito entrar en ti ahora mismo.
Ella le puso un preservativo, lo introdujo en su interior y empezó a mecerse lentamente mientras lo observaba. Cuando su mirada se nubló y la sensación se intensificó, aceleró el ritmo, contrayendo sus músculos para arrastrarlo con ella y anular su entendimiento, hasta que la atrapó con fuerza y hundió los dedos en su cabello y gimió su nombre al tiempo que alzaba las caderas para ir al encuentro de las de ella en un ritmo frenético que acompañó con un profundo beso. Y finalmente Paula sintió que estallaba en su interior.
–Deberías ir a casa a dormir –susurró ella entonces–. Mañana tienes mucho trabajo.
–No me iré sin ti.
Volvieron a casa en silencio. Se ducharon juntos y se acostaron para hacer el amor hasta el amanecer. Paula permaneció desvelada pero a gusto. Él la sujetaba contra su costado, profundamente dormido. De pronto abrió los ojos, la miró, miró el despertador y exclamó:
–¡Me he quedado dormido!
Uyyyyyyyy tanta pasión lo dejó agotado jajajajaja.
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