Pedro se levantó temprano y ella lo observó afeitarse y ducharse desde la cama. No habló y Paula supo que estaba concentrando en el caso que tenía que defender en el juzgado. Se vistió con un traje oscuro y camisa blanca. El apasionado y divertido amante de la noche desapareció tras un personaje solemne y serio.
Entonces la sorprendió volviéndose con una amplia sonrisa.
–Ven conmigo. Quiero enseñarte mi lugar de trabajo.
–¿Por qué? –preguntó ella, desconcertada.
–¿Por qué no? Te sentará bien el paseo.
Paula se levantó y trató de ignorar el brillo de deseo que vio en los ojos de Pedro mientras se vestía. Pedro sonrió:
–Siempre vas sin ropa interior.
–No, pero ya que te obedezco tengo que hacer algo que me haga sentir que un poco rebelde.
–Me lo imagino –dijo él, sonriendo.
Cuando entraron en el bufete Paula se sintió intimidada y pensó que todo el mundo la observaba.
–Pensarán que soy uno de tus clientes –comentó, avergonzándose de su aspecto desaliñado.
–Probablemente –respondió él, distraído.
Y sin más, le retiró el cabello de la cara, la aproximó hacia sí y le dio un beso apasionado.
–Ya no lo creen –dijo. Paula vio varios pares de ojos fijos en ellos con expresión sorprendida.
Pedro sonrió y fue junto a su equipo.
Paula dio media vuelta y casi chocó con Sara, que le dedicó una sonrisa falsa. Había sido testigo del beso.
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