martes, 14 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 38

 

En ese momento Pedro la miró, y Paula vio que se enfadaba. ¿Sería la morena la razón de que le hubiera dicho que no fuera a trabajar aquella noche? ¿Acaso no quería que su novia y su amante de una noche coincidieran?


Paula se cuadró de hombros y, escondiendo su rabia, atendió a un cliente. En cuestión de segundos, Pedro estaba en el extremo de la barra, solo.


–Paula, ¿qué estás haciendo aquí?


Paula sintió un escalofrío ante el tono amenazador de Pedro.


–¿Tú qué crees?


–Te he dicho que no vinieras.


–Soy una mujer libre.


–Te he dicho que te despediría –Pedro miró hacia la barra, en la que se agolpaban los clientes, y dijo–: Hoy es tu última noche.


–Como quieras –dijo ella alejándose de él, furiosa porque la hubiera mentido, y aún más consigo misma por seguir deseándolo, por sentir el impulso de echarlo sobre la mesa de billar y demostrarle quién mandaba.


Pedro permaneció durante unos minutos donde estaba, lanzándola miradas asesinas. Al volverse hacia un lado para atender a otro cliente, Paula descubrió que se trataba de la morena, que la miraba con cara de pocos amigos.


–¿Conoces a Pedro? –preguntó a bocajarro.


–Sí –dijo Paula, sonriendo con fingida dulzura.


–Yo soy Sara y trabajo con él. ¿Tú eres…?


–Paula.


Así que, aunque por su actitud claramente preferiría y quizá llegaría ser otra cosa, sólo era una compañera de trabajo.


–¿Sois amigos?


Por cómo preguntaba era definitivamente abogada. Paula se hartó y decidió provocarla.


–Vivimos juntos –dijo, y tuvo que reprimir una carcajada al ver su cara de sorpresa.


–No sabía que Pedro mantuviera una relación seria. Se rumorea que no sale con la misma mujer más que un par de veces.


Paula preparó unas copas intentando disimular que le temblaban las manos.


–Le gusta ser discreto con su vida privada –al ver que iba a pagar, alzó una mano–. Invita la casa.


Se sentía culpable de interferir en la vida de Pedro, pero por otro lado, si aquella mujer le interesaba, no debía haberse acostado con ella y mucho menos haber tenido el sexo más espectacular concebible, aunque siempre cabía la posibilidad de que para él hubiera sido normal.


Paula se dijo que debía dejar de pensar en ello y pensó por un momento en marcharse, pero luego miró hacia la pista de baile y vio la animación que había en el local y decidió quedarse.



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