Siempre haces un seguimiento de la evolución de las medidas que adoptas
La oficina de Pedro tenía una vista privilegiada del centro de poder de Nueva Zelanda, el Parlamento y el Tribunal Supremo, así como de la mejor facultad de Derecho. En aquel pequeño perímetro se legislaba, se enseñaban las leyes y se aseguraba que se cumplieran. Y Pedro se sentía en su casa.
Pero aquel día estaba ansioso por ir a otra zona donde las tiendas de moda se mezclaban con los cafés y los clubes más modernos, donde pasaba su tiempo de ocio la población más cosmopolita del mundo del cine y de la moda.
Sin embargo, antes de poder marcharse tuvo que atender una serie de interminables reuniones y resolver problemas inesperados, y era ya tarde cuando finalmente fue al bar. Aunque en la puerta estaba puesto el cartel de cerrado, ésta estaba abierta de par en par. Mientras subía las escaleras, oyó la voz de Paula, y ascendió lentamente para poder oír lo que decía.
–Quiero profesionalidad. Sé que las cosas no han ido bien desde que Lara se ha marchado, pero desde ahora eso va a cambiar. Ya habéis visto lo que le ha pasado al encargado esta semana. Pues si no arrimáis el hombro, vosotros seréis los siguientes. Quiero que uséis el negro como uniforme. Elegid entre vuestro vestuario lo más favorecedor, pero que sea sutil; no somos un club de strippers. Quiero elegancia y discreción. En cuanto al comportamiento, recordad que los clientes han de estar contentos, así que no quiero malas caras ni gestos contrariados. Es preferible un cierto grado de coquetería. Recordad que esto es un bar y que la gente viene a pasarlo bien en un ambiente exclusivo. Para hacerlos felices tenemos que proporcionarles su bebida con prontitud y cortesía, pero la palabra clave es «prontitud». Después de todo, lo que queremos es ganar dinero.
Pedro sonrió al oír el comentario de «malas caras», y se preguntó qué pensarían si la hubieran visto aquella mañana en la piscina. Al llegar a lo alto de la escalera vio a cuatro trabajadores tras la barra y una selección de bebidas sobre ésta. Pedro registró todo en una fracción de segundo y luego le clavó la mirada a Paula. Ésta estaba al otro lado de la barra, una vez más en vaqueros, con las piernas entreabiertas y el peso repartido entre ambas. O estaba dándoles una lección en combinados o se disponían a emborracharse.
–Último ejemplo –dijo ella–. Algo para los conductores: limón, lima y bitter.
Los cuatro se movieron al unísono, mezclando las bebidas en un vaso.
Los vaqueros que llevaba debían estar prohibidos por ley. La forma en que se ajustaban a sus caderas, cómo enfatizaban sus largas piernas eran una tortura para Pedro, que sólo podía pensar en quitárselos y enlazar aquellas piernas a su cintura.
–Preguntad siempre si prefieren beber en vaso o directamente de la botella.
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