lunes, 6 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 13

 

Él la estaba mirando con expresión seria y Paula sitió su mirada como una caricia sobre la piel. Tuvo que recordarse cómo se respiraba: inspirar, espirar, inspirar, espirar.


Pero su mente invocó imágenes todavía más perturbadoras de aquel cuerpo pegado al suyo y tuvo que frenarlas al instante.


Pedro alzó la mirada hasta sus ojos y ella tuvo que ocultar su perturbación antes de que él la vislumbrara con su aguda capacidad de observación. ¿Cuánto tiempo llevaban mirándose el uno al otro? Paula tenía la sensación de que habían sido siglos, pero confió en que no fuera más que una impresión subjetiva y que no se tratara más que de unos segundos.


–Hola –saludo. Y habría sonreído si él no tuviera una expresión tan seria.


–¿Qué haces aquí? –preguntó él a bocajarro, como si desaprobara su presencia allí.


–Comer palomitas. ¿Tú que crees?


Quizá no era la mejor forma de empezar el día con su nuevo jefe, pero la culpa la tenía él.


–¿Te gustan saladas? –preguntó él.


–Sí, con mucha sal.


–Yo las prefiero con miel.


Paula hizo una mueca de desagrado.


–¿Nadas para hacer ejercicio? –preguntó él.


–Nado porque me gusta.


Aunque Pedro tenía la capacidad de irritarla con mayor rapidez que ninguna otra persona, también la excitaba con la misma facilidad. Y más aún si estaba casi desnudo.


Afortunadamente, llevaba una toalla a la cintura, lo que no impidió que pasaran por la mente de Paula todas las alternativas posibles sobre lo que podía ocultar: bañador de nadador, bermudas… Mientras el agua seguía deslizándose por su cuerpo, Paula intentó con todas sus fuerzas no seguir el recorrido de cada gota por su musculoso torso.


Ni la persona más imaginativa habría adivinado el cuerpazo que ocultaba el traje de chaqueta. Hombros anchos, abdominales marcados, una leve capa de vello que desaparecía por debajo de la toalla como una flecha dirigida hacia… Mejor no pensarlo.


El silencio se había prolongado más de lo debido, así que alzó la mirada hacia el rostro de Pedro.


–¿Tú nadas para estar en forma?


–Así es –dijo él, asintiendo–. Hace años solía competir. Ahora vengo todas las mañanas o voy al mediodía a una piscina al aire libre que tengo cerca del trabajo.


Eso explicaba el delicado bronceado de su cuerpo, en un hombre que era difícil imaginar descansando el sol. De hecho, a Paula le sorprendió que se tomara un descanso durante el almuerzo.


Nadador competitivo, abogado competitivo. En definitiva, ambicioso y tenaz en todos los ámbitos. Por contraste, ella presentaba un aspecto nada habitual entre los nadadores regulares: con un mínimo bikini que le había regalado su hermana el verano anterior, eso sí, de diseño, con un estampado floral y un corte muy favorecedor.


–Yo nunca he competido. Simplemente, me encanta el agua –Paula volvió a medir mentalmente los hombros de Pedro.




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