lunes, 27 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 18

 


Había una ligera inflexión en su voz, como si, bajo tanta timidez, ella tuviera de verdad una voluntad de acero. Por alguna razón, a Pedro le resultó una cualidad tremendamente atractiva. Se preguntó si sería así en el dormitorio. ¿Se mostraría dulce y sumisa para luego hacerse con el control? Una inesperada oleada de calor se apoderó de él y le provocó que la sangre se le acumulara en la entrepierna.


–Oh, sí. Claro que tienes opción –dijo. Dudó y vio el modo en el que los hombros de Paula se relajaban y cómo sus generosos pechos se movía bajo la chaqueta antes de proseguir–, hasta cierto punto.


–No voy a permitir que me vista para que yo parezca una ramera.


Ahí estaba de nuevo. Aquella fuerza. Pedro se contuvo para refrenar la necesidad de cruzar la distancia que los separaba y mostrarle lo bien que estaría que dejara que él llevara el control de la situación. Se recordó que era demasiado pronto.


–No te preocupes. Nada más lejos de mi intención –dijo.


Un golpe en la puerta interrumpió el silencio que se extendió entre ellos.


–Esa debe de ser la señorita Adams.


Paula permaneció completamente inmóvil. Aquello iba a ser mucho más difícil de lo que había anticipado. El día anterior todo había parecido muy sencillo. Trabajar como su asistente personal. Fingir que era su prometida. Evitar que Facundo fuera a la cárcel.


Pensar que Pedro Alfonso iba a elegir su ropa, que él iba a fabricarle una imagen para el papel que ella había accedido a interpretar, le provocó un escalofrío. ¿Cómo iba a soportarlo? Ella siempre elegía sus prendas para ir a trabajar en una tienda de segunda mano de su barrio, que recibía las prendas de las zonas más ricas de la ciudad. Todo lo que compraba era de buena calidad, aunque algo pasado de moda. ¿De verdad importaba tanto?


Se lo imaginó esperando al otro lado del probador mientras ella se probaba las prendas que él había elegido para que le diera su aprobación y se sintió muy incómoda. Incómoda y algo más. Algo que le provocaba un escalofrío de anhelo en su interior, en un lugar que ella controlaba sin piedad y que llevaba sometiendo férreamente desde el día en el que asumió la custodia de Facundo.


Tenía responsabilidades. Por supuesto, había tenido algún que otro novio, incluso amantes, pero jamás se había permitido dar un paso más allá. Jamás se había permitido sentir. En aquellos momentos, le daba la sensación de iba a ser más difícil de lo esperado mantener las distancias con Pedro Alfonso.


–Te presento a Patricia Adams.


La voz de Pedro la sacó de sus pensamientos y la obligó a concentrarse en el momento. Había esperado sentir una profunda e inmediata antipatía por Patricia Adams, tan sólo porque Pedro le había ordenado que se dejara aconsejar por ella, pero resultaba difícil sentir antipatía por la joven que estaba frente a ella. Tenía la piel fresca y suave. Una simpática sonrisa le adornaba el rostro mientras que unos poco habituales ojos color violeta brillaban con alegría




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