jueves, 26 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 46

 


Al llegar a las afueras de Billings a Pedro no le pareció que hubiera transcurrido otra hora. Entró en el aparcamiento del hotel y dejó el vehículo en una plaza techada, justo delante de la entrada principal.


—¿Quieres echarle un vistazo al vestíbulo mientras yo voy a registrarnos? —le preguntó a Paula—. Tenemos tiempo de sobra para instalarnos antes de la cena.


—Buena idea.


Su sonrisa fue tan fresca como lo había sido en Thunder Canyon.


Juntos cruzaron las puertas de cristal al interior del lujoso vestíbulo de dos plantas. El tema vaquero quedaba acentuado por un caballo y un jinete en bronce a tamaño real, expuestos sobre un pedestal de granito.


Mientras Pau iba a dar una vuelta, él fue a la recepción.


—¿Habitaciones contiguas? —preguntó la bonita recepcionista después de buscar sus nombres.


Con una mirada melancólica hacia Pau, movió la cabeza. No en ese viaje.


—Bastará con algo en la misma planta.


—Desde luego, señor —después de buscar a través del ordenador durante unos minutos y de pasar la tarjeta de crédito de él, le entregó dos sobres que contenían las llaves electrónicas de ambos cuartos—. Habitaciones trescientos tres y trescientos catorce. Que disfruten su estancia aquí.


Vio a Pau estudiando un cuadro enmarcado de un vaquero portando una silla de montar al hombro.


Se permitió unos momentos para admirar el modo en que los téjanos prietos le ceñían sus tentadoras curvas. La idea de deslizar la mano alrededor de su estrecha cintura y pegarla a él lo encendió como a un adolescente. Si no se andaba con cuidado, podría abochornarlos a ambos.


Por suerte para él, recobró el control antes de que ella se volviera. Con una sonrisa que lo dejó sin aliento, regresó a su lado.


—Bonito lugar —dijo, mirando el techo abovedado—. ¿Sabías que tienen un balneario? Si hay tiempo, puede que me regale un masaje.


Él abrió la boca y la cerró sin decir nada. ¿Es que intentaba volverlo loco?


—Pero no pasa nada si no lo hay —se apresuró a añadir Pau—. He venido aquí a trabajar, no a divertirme.


¿Había un mensaje oculto en el comentario? Deseó entender mejor a las mujeres. Mientras sus amigos habían estado adquiriendo experiencia con el sexo opuesto, él había estado metido en su taller, levantando su negocio. Mientras esperaban el ascensor, pensó que una vez que había encontrado a Pau, quería alzarla entre sus brazos y no soltarla.





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