No podía referirse a su antigua novia. Aquello había sucedido hacía más de dos años y nunca se hablaba de Dana ni de Jeremias Harper, el socio que se la había robado. La información que Paula tenía procedía de un artículo que se había publicado un par de meses después de la boda de Miguel y Sonia. En él se decía que la ex de Pedro había recibido un premio como empresaria y que estaba exultante, pero por lo que Paula había oído Harper-Alfonso Architecture no iba bien desde que Pedro había abandonado la empresa común, mientras que su propio negocio, The Phoenix Corporation, había acumulado un éxito tras otro al reconvertir una antigua zona industrial al borde del río en un exclusivo barrio residencial.
Pero el aspecto que presentaba en aquel momento no era el de un triunfador, sino el de un hombre destrozado.
—No debería haber hecho esa broma sobre la compasión —dijo él—.Demonios, deja que empiece de nuevo —dejó caer los brazos y miró a Paula con rostro inexpresivo—. Lo siento, Paula, pero traigo malas noticias.
—¿Malas noticias? —Paula abrió los ojos—. ¿Qué malas noticias?
—Miguel…
—¡No! —exclamó ella, como si al interrumpirlo pudiera evitar saber la verdad—. ¡Miguel no! —señaló su reloj de pulsera con firmeza—. Va a llegar en cualquier momento.
Pedro sacudió la cabeza. Sus ojos no tenían brillo.
—No. No va a venir nunca más.
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