jueves, 8 de julio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 57

 


Un par de horas después Paula salía de su habitación. Aquélla sería su última cena con Pedro, pensó, mientras bajaba al comedor donde, según le había informado una criada, la esperaba «el señor».


Pero durante la cena se mantuvo en silencio.


—Parece que no te gusta la comida —comentó él cuando estaban terminando—¿O es otra cosa lo que no te permite probar bocado?


Había lanzado el guante, pero Paula estaba dispuesta para la pelea.


—Si te refieres a la carta, estoy de acuerdo en que los sentimientos que se expresan en ella son inaceptables. Te aseguro que lamento mucho lo que le pasó a tu hermana. La pobrecilla debió sufrir mucho…


—¿Eso es todo lo que tienes que decir?


—No —Paula había pensado mucho en la gente y las circunstancias que rodeaban a la carta—. Dime una cosa, Pedro, ¿tú veías mucho a tu padre?


—¿Qué tiene que ver eso?


—¿Tu padre trataba a tu hermana como si fuera una hija? ¿Era mucho mayor que tu madre?


—No trataba a Solange como si fuera una hija y tenía casi treinta años más que mi madre…


—Eso podría explicarlo todo —le interrumpió Paula.


—¿Explicar qué, que tu padre sedujo a mi hermana? No intentes inventar excusas.


—Muy bien, no lo haré —Paula se irguió en la silla—. Mi padre nunca escribió esa carta, Pedro. La letra es de mi abuelo, Elías Chaves, que debía tener más de cincuenta años cuando mantuvo una aventura con tu hermana. Lo cual, supongo, es aún peor.


—Tu abuelo —repitió Pedro, incrédulo.


—Sí, mi abuelo. Elías ha sido el nombre de todos los primogénitos de mi familia durante muchas generaciones... salvo en el caso de mi hermano Tomas. Mi padre nunca se llevó bien con mi abuelo y no quiso ponerle su nombre.


—No puedo creer que Solange…


—Mi padre y mi tía se quedaron horrorizados por el comportamiento de su padre cuando tuvieron edad para descubrir qué clase de hombre era —siguió Paula—. Era un mujeriego, la oveja negra de la familia. Mi abuelo y mi abuela llevaban vidas totalmente separadas, pero compartían la misma casa. Cuando murió, su nombre no volvió a ser mencionado nunca. Era un hombre terrible y toda la familia estaba avergonzada de él. ¿Nunca te has preguntado por qué mi tío Antonio, que es un pariente político, es el presidente del consejo de administración de Ingeniería Chaves?


Pedro la escuchaba, atónito.


—Mi tío Antonio era el gerente y la persona que se ocupaba de que la empresa no se hundiera hasta que mi padre fue mayor de edad. Mi abuelo no tenía cabeza para los negocios y se gastó una fortuna en mujeres. Así que ya ves, era una vergüenza para los Chaves.


—Paula…


—Ahora ya sabes la verdad. No soy psiquiatra, pero lo que intentaba decir antes es que quizá tu madre y tu hermana estaban buscando una figura paterna. ¿Quién sabe? Es asombroso cómo algunos episodios de la infancia afectan a la gente. Mira mi tío Camilo… ¿sabes por qué viste de esa forma y me anima a hacerlo a mí? ¿Te acuerdas del vestido de lamé plateado? Mi tío Camilo cree que mi padre y Tomas se han pasado intentando ser todo lo contrario a mi abuelo. Demasiado conservadores, demasiado estrictos, demasiado asustados de convertirse en Elias Chaves, el libertino. Y a lo mejor tiene razón.


—Paula… —Pedro alargó una mano para tocarla, pero ella se levantó a toda prisa.


—Que haya sido mi abuelo en vez de mi padre no cambia nada. Aunque me sorprende. Sueles ser tan concienzudo en todo lo que haces… ¿No te habías dado cuenta de que en la carta dice «si fuera un hombre libre, que no lo soy»? Eso debería haberte indicado que era un hombre casado. Cuando fue escrita, mis padres ni siquiera se conocían.


—No sé qué decir...


—No hay nada que decir. Aunque hubiera sido mi padre quien dejó embarazada a tu hermana… ¿por qué ibas a castigar a su hija? ¿Qué clase de retorcida venganza es ésa? —Le espetó Paula—. Pero la verdad es que, aunque estabas equivocado, has acabado siendo el ganador. Como siempre, supongo.


—Siento mucho haberme equivocado, Paula. No habría dicho nada aquel día en el yate de haberlo sabido… deja que te compense de alguna forma. Dime lo que quieres y será tuyo.


Paula quería su amor, pero sabía que nunca podría dárselo porque era una emoción desconocida para él.


—No lo entiendes, Pedro. No ha cambiado nada. Sólo te casaste para vengarte de los Chaves… y luego te indignas al saber que tomo la píldora —Paula sacudió la cabeza—. Me engañaste el día que me pediste que me casara contigo y me engañaste el día de nuestra boda. ¿Puedes devolverme la confianza, la ilusión? No, no lo creo. Y ahora, si no te importa, me voy a dormir. Me gustaría marcharme por la mañana. Lo antes posible.


Después de decir eso salió del comedor sin mirar atrás.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario