Estaban a la orilla del lago Mariane poco antes de que el sol se escondiera tras las montañas Red Ridge, el cielo era una sinfonía de naranjas y rosas.
El clan Alfonso: Federico, Hector y Cecilia, junto con Julián y Elena, miraba mientras Pedro hacía sus promesas matrimoniales. Era el lugar perfecto, el sitio donde todos los Alfonso habían propuesto matrimonio a sus esposas desde que se fundó el rancho.
Paula renovó sus promesas de amor eterno incluyendo a Maite, a la que su marido iba a adoptar. Pedro nunca se había sentido más orgulloso y más feliz y se emocionó cuando llegó el momento de sellar esas promesas con un anillo de rubíes y diamantes que había encargado para Paula un año antes.
–Para la mujer a la más quiero en el mundo, mi esposa –murmuró, poniéndoselo en el dedo.
Paula tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.
–Te quiero, Pedro –le dijo, con voz temblorosa. –Y te querré siempre. Maite, tú y yo seremos una familia.
Pedro sonrió. Eran una familia.
Federico le entregó entonces la antigua caja de cuero que contenía el más importante legado familiar: el collar de rubíes que una vez perteneció a la mujer que había dado nombre al lago: Maria Alfonso.
Con dedos temblorosos, Pedro puso el collar de oro con un rubí en forma de perla a Maite en el cuello porque esa era la tradición; el collar pasaba siempre al primer hijo del primogénito.
–Para la otra mujer a la que más quiero en el mundo.
Y luego besó a su esposa y a su hija, el amor que sentía por ellas era una emoción tan poderosa que era imposible expresarla en palabras. Pero Paula lo sabía y Maite también.
Los tres juntos formaban una hermosa imagen.
Pedro no tenía la menor duda.
Me encantó esta historia!!!!
ResponderBorrarQue hermoso final!!
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