viernes, 4 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 5

 


Había aceptado alojarse en la casa de invitados durante un mes, mientras organizaba la gala de inauguración de Penny’s Song. Y mientras estuviera allí terminarían legalmente con su matrimonio.


–En estas circunstancias, me sorprende que hayas venido.


–Penny's Song sigue siendo importante para mí, Pedro. Tal vez más que para mucha gente después de ver lo que sufrió mi hermano. Y más ahora que tengo una hija –Paula hizo una mueca al darse cuenta de lo que había dicho, pero no había amargura ni enfado en los ojos de Pedro y eso hizo que se enfrentase a una amarga realidad.


«Va a divorciarse de ti. Ya no le importas».


Había recibido los papeles del divorcio unos meses después de marcharse del rancho, pero no había tenido valor para terminar con su matrimonio. Encontrarse cara a cara con Pedro cerraba el círculo y se le encogía el corazón de pena. Una vez estuvieron tan enamorados… pero todo había cambiado. Ahora tenía una hija y debía ordenar su vida. Vería el final de un sueño y el comienzo de otro, se dijo.


Después de cerrar el pañal, Paula tomó a Maite en brazos para apretarla contra su corazón.


–Ya estás limpita.


La niña le echó los bracitos al cuello, apoyando la cabeza en su hombro y haciéndole cosquillas con sus rizos.


–Deberías habérmelo contado, Paula.


–Y tú deberías haber respondido a mis llamadas.


Pedro hizo una mueca. Los dos eran testarudos cuando creían que tenían razón, por eso habían discutido tan a menudo.


–Además, ya no compartimos nuestra vida –siguió Paula.


Él se pasó una mano por la cara.


–Te acompaño a la casa de invitados.


Con la niña en brazos, Paula se levantó del sofá y tomó la bolsa de los pañales, pero cuando iba a colgársela al hombro Pedro se la quitó de la mano.


–Deja, la llevaré yo.


Sus dedos se rozaron y Paula tuvo que disimular un suspiro. Y cuando miró a Pedro, en sus ojos vio un brillo que no podía disimular. También él había sentido esa conexión, esa descarga.


Se quedaron en silencio durante un segundo, sin moverse, mirándose a los ojos…


–¿Estás ahí, Pedro? –escucharon entonces una voz femenina. –He hecho galletas para los niños y he pensado que te gustaría probarlas.


Susy Johnson acababa de entrar en la casa con una sonrisa en los labios, un vestido de flores azules y una bandeja en la mano.


–Ah, perdón –dijo al ver a Paula. –La puerta estaba abierta y… en fin, no sabía que…


–No pasa nada –dijo Pedro –Gracias por las galletas.


La joven miró a Maite y estuvo a punto de dejar caer la bandeja.


Susy Johnson, amiga de Pedro desde que eran niños, siempre estaba pasando por allí para llevar pasteles o galletas, para pedir favores o para recordar con él su infancia en Red Ridge. Y cada vez que aparecía, Paula se sentía como una extraña, de modo que ver que por una vez que Susy se sentía incómoda le produjo cierta satisfacción.


–Voy a dejar las galletas… en la cocina –murmuró la joven.


Cuando desapareció, Paula se volvió hacia Pedro.


–Veo que no ha cambiado nada –le dijo, intentando disimular su pena.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario