miércoles, 30 de junio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 34

 


Pedro la mantuvo a su lado durante el resto de la fiesta y, más tarde, en la cama, usó toda su experiencia para conseguir las respuestas que quería de su delicioso cuerpo. Sólo cuando Paula cerró los ojos, agotada y saciada entre sus brazos, se sintió satisfecho.


Era suya… tenía exactamente lo que quería. Pedro arrugó el ceño, indeciso. Entonces, ¿qué era aquello que no lo dejaba dormir? No podía ser su conciencia. No, era otra cosa. Lo descubriría tarde o temprano, se dijo a sí mismo antes de que el sueño lo venciera.


Al día siguiente, Paula estaba frente al espejo de cuerpo entero del camarote, con el único vestido largo que había llevado en la maleta. Azul, con filigrana de plata, el cuello halter mostraba sus hombros y su espalda desnuda hasta la cintura, el resto se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. Una abertura a un lado le permitía caminar.


Cuando compró el vestido lo había hecho teniendo en mente su luna de miel. Sólo para Pedro. Porque estaba enamorada de él. Y, a pesar de la discusión, aún había tenido la remota esperanza de convencerlo de que estaba equivocado sobre su padre. Y de que, en el fondo, sentía algo por ella. Pero ya no. Una vez que la confianza era destruida no había vuelta atrás.


Paula ya no se hacía ilusiones con respecto a su arrogante marido. La noche anterior él la había llevado hasta los límites del placer y más allá.


Era un magnífico amante, sí.


Y aquel día su opinión, relativamente inexperta, se había visto confirmada.


Habían ido a casa de un amigo de Pedro para ver la carrera.


Sentados en una terraza sobre el circuito, con sus invitados y otros amigos, Pedro le había preguntado si le importaba que bajara a la calle y ella, naturalmente, había dicho que no.


Aburrida de ver pasar coches a toda velocidad, Paula tomó un par de copas de champán y luego entró en el salón para estirar las piernas. Estaba detrás de una columna, admirando una escultura, cuando oyó el repiqueteo de unos tacones sobre el suelo de mármol y a alguien mencionando su nombre.


—Paula Alfonso cuenta con toda mi simpatía. Pedro es increíblemente rico y estupendo en la cama, algo que yo sé por experiencia personal. Pero, la verdad, no creo que sea buen marido. Traerla a Mónaco durante su luna de miel, con doce invitados en el barco… Por supuesto, no le había dicho a nadie que se había casado. Pobre chica, no sabe dónde se ha metido. Parece una buena persona. Seguro que no sabe que Pedro se ha acostado con al menos dos de sus invitadas… probablemente más.


Paula reconoció la voz. Era Sofia, la mujer de Noah Harding. Y así su humillación fue completa. Sabía lo de Eloisa, pero descubrir que otra de sus ex amantes estaba a bordo del yate fue doloroso.


Que un hombre pudiera ser tan insensible, tan cruel...


Había aceptado, más o menos, su versión de por qué Carlo y Eloisa eran sus invitados, pero ya no. La última revelación era la gota que colmaba el vaso.


En ese momento, algo por fin murió dentro de ella.




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