jueves, 24 de junio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 13

 

Pedro levantó la mirada y se encontró con la de Tomas Chaves. Se había sorprendido a sí mismo pidiéndole a Paula que se casara con él de forma tan precipitada. Lo tenía todo cuidadosamente planeado, el anillo en el bolsillo de la chaqueta, una cena romántica… en lugar de eso lo había soltado en la puerta de su casa como un idiota.


Pero, en fin, Paula estaba más sexy que el demonio esa noche, razonó.


Y había dicho que sí, de modo que… misión cumplida. Aunque no había dudado ni por un momento que ella aceptaría, se negaba a admitir que era la idea de que Paula pudiese salir con otro hombre lo que le había obligado a adelantar acontecimientos.


—Acabo de pedirle a Paula que se case conmigo —contestó, tomándola por la cintura—. Pero nos gustaría que nos dieras tu bendición.


—¿Es eso verdad, Paula? ¿Vas a casarte con Pedro? —preguntó su hermano.


—Sí, claro que sí.


—En ese caso, tenéis mi bendición —Pedro miró a su futuro cuñado a los ojos y en ellos vio ciertas reservas—. Pero eres mucho mayor que mi hermana y, si le haces daño, tendrás que responder ante mí.


—La protegeré con mi vida —anunció él. Y lo decía en serio; aunque por sus propias razones.


—Conociendo a Paula, y dada la carrera que ha elegido, no te envidio —bromeó Tomas luego.


—Tomas, por favor… vas a hacer que retire la proposición antes de que pueda darme el anillo —bromeó Paula.


—Nunca —anunció Pedro—. Yo te apoyaré en tu carrera, en todo lo que quieras hacer.


—Pues deja de mirarla con ojos de cordero degollado y vamos al salón —sonrío su hermano—. Esta noche tendremos una doble celebración… enseguida te darás cuenta de dónde te has metido, amigo mío.


Pedro sabía perfectamente dónde se estaba metiendo porque lo había preparado todo, de modo que se sorprendió al sentir algo parecido al remordimiento cuando Tomas hizo las presentaciones. A Tomas y Marina los conocía, por supuesto. Como a Antonio y Marisa Browning. Los hijos de los Browning parecían muy agradables y también su otra tía, Juana, la hermana pequeña de Sara Chaves. Luego estaba sir Camilo Deveral, con una chaqueta de terciopelo azul, una camisa amarilla y un chaleco rojo.


Aunque había leído todos los nombres en el informe del investigador privado, verlos en persona era un poco desconcertante. Y, a media que transcurría la cena, descubrió que era imposible odiarlos porque todos sin excepción le dieron la bienvenida a la familia de la manera más cálida.


—¿Qué te han parecido? —le preguntó Paula después mientras lo acompañaba a la puerta.


—Creo que tu tío Camilo es un personaje y tu familia es tan encantadora como tú —murmuró él, sacando una cajita del bolsillo.


Al verla, Paula sintió una felicidad tan profunda que no podía hablar.


—Quería hacer esto durante una cena romántica, pero las cosas no han ido como yo esperaba —sonrió Pedro, besando su mano antes de poner en su dedo anular un magnífico anillo de zafiros y diamantes.


Lágrimas de alegría asomaron a los ojos de Paula.


—Es precioso, me encanta. Te quiero, Pedro —declaró, echándole los brazos al cuello.


Él era todo lo que había soñado y que hubiese dicho delante de Tomás que la apoyaría en su carrera disipó cualquier tipo de duda.


Había conseguido lo que quería: casarse con la hija de Elías Chaves, la sobrina de un caballero de la Orden del Imperio Británico.


Aunque a él le daban igual los títulos nobiliarios, para Elias Chaves habían sido lo más importante.


Su expresión se oscureció. Según su madre, veintiséis años antes, Elias Chaves había seducido a su hermana, que entonces tenía dieciocho, durante unas vacaciones en Grecia. Él tenía once años entonces y estaba en un internado, de modo que no supo nada. Cuando su hermana murió meses después en un accidente de coche se quedó desolado, pero sólo tras la muerte de su madre había comprendido la traición de Chaves por la carta dirigida a Solange que encontró entre sus pertenencias.


Elias Chaves la había dejado embarazada antes de volver a Londres y, cuando ella se puso en contacto para hablarle del embarazo, él le escribió diciendo que no creía que el niño fuera suyo. Y luego añadía que sabía que Solange era hija ilegítima y su madre, hija de la propietaria de un burdel, la amante de un millonario griego. Con tal pedigrí, le decía: «no me casaría contigo aunque fuese un hombre libre, que no lo soy». El orgulloso apellido Chaves nunca se vería emparentado con el apellido Alfonso.


Cinco meses después, Solange había leído en un periódico británico el anuncio de su boda con la hermana de sir Camilo Tomas Deveral, Sara Deveral, y abandonando toda esperanza, se suicidó. Matándose ella misma y al hijo que llevaba en su seno.



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