domingo, 2 de mayo de 2021

FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 7

 


Razón de más para impulsar su pequeño negocio de limpieza y afianzar su independencia económica. No tenía nada más que eso, aparte de un montón de facturas por pagar, y una vida que reconstruir en su querida ciudad. Y por eso estaba allí, subida a un avión privado en dirección a San Agustín, con un extraño y dos adorables bebés. La costa se veía minúscula ahora que habían alcanzado más altitud.


–Paula, querría…


La voz de Pedro hizo que apartara la vista de la ventanilla, y al verlo de pie en el umbral de la cabina el estómago le dio un vuelco.


–¿No debería estar pilotando?


–He puesto el piloto automático –respondió–. Ya que los niños se han dormido me gustaría que viniera a la cabina para que charlemos. No tardaremos mucho en llegar, pero tendremos la oportunidad de hablar un poco más en profundidad de lo que espero de usted mientras estemos en San Agustín.


Paula se fijó en que estaba mirándola con los ojos entornados, como analizándola. Aunque le hubiera ofrecido aquel trato antes de que salieran, era evidente que pretendía saber más de ella antes de dejarla al cuidado de sus hijos.


Se desabrochó el cinturón, fue hasta donde estaba Pedro, y se detuvo, esperando a que volviera a su asiento frente a los mandos. Sin embargo, se quedó allí de pie, inmóvil, mientras sus ojos verdes la escrutaban. Paula sintió un cosquilleo y un impulso repentino de apretarse contra su torso, contra aquel recio muro de músculos. Se estremeció y él sonrió de un modo arrogante, como si se diera perfecta cuenta del efecto que tenía en ella. De pronto retrocedió con un movimiento brusco para regresar al asiento del piloto, y le señaló a Paula el del copiloto con un ademán para que se sentara en él.


Paula tomó asiento, y se quedó mirando los aparatos del panel de control después de abrocharse el cinturón de seguridad. Pedro accionó unos cuantos botones y retomó el control del avión.


Paula se sentía incómoda por la manera en que se le disparaban las hormonas sólo con oír su voz acariciadora, o al notar su intensa mirada fija en ella. Estaba allí para hacer un trabajo, no para meter en su vida, ya bastante complicada, a un hombre, se dijo.


–Bueno, ¿y qué es tan importante para que no pudiera posponerlo? –le preguntó a Pedro.


–Tengo dos pequeñas bocas que alimentar –respondió él–; y responsabilidades. Deberíamos tutearnos y dejarnos de formalidades. Necesito relajarme. Va a ser un día muy largo, y para mí no ha empezado precisamente bien, con esta sorpresa inesperada.


Paula se volvió para mirar a los bebés, que seguían dormidos.


–Lo comprendo. ¿Y qué sueles hacer para relajarte?


–Volar.


Paula giró la cabeza hacia él, y al verlo con la mirada perdida en el cielo azul salpicado de esponjosas nubes blancas, se dio cuenta de que aquello lo apasionaba. Aviones Privados Alfonso no era sólo una compañía para él. Había convertido su afición, su pasión, en un negocio de éxito. Tal vez pudiera aprender algo de él sobre los negocios después de todo.


–Me da la impresión de que estabas deseando hacer este vuelo, ¿no? Resulta curioso que algo que tienes que hacer por trabajo y que conlleva estrés te ayude a relajarte.


Él la miró con el ceño fruncido.


–¿Esta sesión de psicoanálisis irá incluida en tus honorarios?




No hay comentarios.:

Publicar un comentario