Hicieron el resto del trayecto en silencio, cada uno en sus pensamientos. ¿Cómo podía ser que de pronto todo se hubiera ido al traste?, se preguntó Pedro. De acuerdo, no le había dicho que Pamela lo había engañado, pero antes o después lo habría hecho.
Cuando detuvo el coche frente al bloque de Paula, ella no le dio opción a decir nada.
–Adiós, Pedro –murmuró.
Se bajó y echó a correr hacia el portal. Pedro hizo ademán de seguirla, pero para cuando salió del coche y rodeó ella ya había entrado en el edificio.
Se sentía tremendamente frustrado cuando volvió a sentarse al volante. No comprendía por qué de repente Paula se estaba comportando de esa manera. Había estado apretando su bolso durante todo el trayecto como si estuviese ansiosa por bajarse del coche y perderlo de vista. Debía haber estrujado por completo la carpeta que le había dado.
Un feo y oscuro pensamiento cruzó por su mente.
¿Y si Paula sólo había querido aquellos contactos, y ahora que ya los tenía estaba buscando la manera de zafarse de él? Lo había utilizado, se dijo, igual que Pamela.
Sin embargo, desechó aquel pensamiento de inmediato. Paula no era como Pamela. Procedían de entornos similares, sí, pero Paula se había liberado de las cadenas que la sofocaban, que hacían de ella una persona dependiente. Estaba abriéndose camino en el mundo a base de honradez y trabajo, y había sido sincera con él desde el principio.
De hecho, tenía razón en que era él quien no se había abierto del todo. Echó la cabeza hacia atrás, golpeándose contra el respaldo del asiento. Arrastraba tanto malestar por lo que le había hecho Pamela, que sentía aquello como un fracaso personal. Pensándolo bien, sentía celos en cierto modo de otras parejas que sí eran felices, como sus primos, y quizá fuera ése el motivo por el que de un tiempo a esa parte no tenía mucho trato con ellos. Sí, se había mudado a Charleston para estar más cerca de ellos, pero no se había abierto a ellos, sino que había construido un muro que lo separaba del mundo. No estaba siendo justo con sus primos, ni tampoco con Paula.
¿Qué podía hacer? Si intentaba hablar con Paula sólo conseguiría enfadarla aún más, o peor: hacerla llorar. No, tenía que esperar a que se calmase, y luego tendría que intentar acercase a ella con algo más que palabras. Tenía que demostrarle con hechos lo especial que era para él, lo importante que era para él, cuánto la amaba.
Amor… Aquella palabra flotó en su mente hasta posarse con firmeza. Sí, claro que la amaba, y ella merecía saberlo.
Pero… ¿y si a pesar de todo seguía sin querer saber nada de él? Entonces tendría que esforzarse más. Creía en lo que habían compartido en esos días, y si nunca se había rendido en lo profesional, por mucho que la gente había intentado hacerle renunciar a sus sueños, ¿por qué iba a hacerlo en lo personal? Estaba decidido a ganarse el corazón de Paula.
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