domingo, 16 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPITULO 7

 


Cuando Eduardo abrió la puerta y vio a su hermano agarrando de la mano a su futura esposa, se le vio claramente encantado.


—¡Bien! Ya veo que os habéis conocido. ¡Eso me ahorra las siempre molestas presentaciones! Vamos a empezar pronto. Patricio acaba de llegar, Paula. Eleonora vendrá de un momento a otro y le explicará todo.


Eduardo se dirigió a donde estaban las bebidas.


—¿Un trago? No, ya veo que estáis servidos ¿Qué bebéis? ¿No os sentará mal hacerlo ahora?


Pedro había apretado cada vez más la mano de Paula mientras Eduardo hablaba y el corazón de ella latía irregularmente. ¡Ese hombre no podía ser Pedro Alfonso!


Pedro tenía muy apretada la mandíbula y los ojos le echaban chispas. ¡Estaba loco! ¡Acababa de pedirle una cita a su futura esposa! Dejó caer la mano repentinamente y se dirigió al ventanal. Se suponía que ella tenía que ser mayor, no esa… esa. Se pasó una mano por el cabello con un gesto nervioso y se quedó mirando al jardín.


—Dios mío —dijo dándose la vuelta—. ¿Por qué no me ha dicho nada?


—¿Y por qué no lo ha hecho usted?


—¿Qué demonios…? —empezó Eduardo, pero en ese momento entró Eleonora, interrumpiéndolo.


—¡Aquí estás! Pedro, te he estado buscando por toda la casa. Y tú debes de ser Paula. ¡Eres encantadora!


Pedro gruñó algo incoherente y Eleonora besó levemente a Paula en la mejilla.


—No le prestes atención, querida. ¡Sufre del peor caso de nervios prenupciales que he visto en mi vida! —dijo Eleonora mirando a todo el mundo—. Ya que nadie parece querer presentarme, lo haré yo misma. Soy Eleonora, la esposa de Eduardo y la responsable de todo lo que está pasando hoy. Ya sé Pedro y tú queríais una ceremonia pequeña, pero no me parece bien una boda sin su fiesta ¿no?


Eleonora se dio cuenta lentamente del incómodo silencio que se había hecho en la habitación.


—¿Algo va mal?


Eduardo se apresuró a contestar.


—No. Nada, querida. Sólo los nervios. Creo que, cuanto antes se celebre la ceremonia, será mejor. Aquí está Patricio, ahora podremos empezar.


Patricio Bradly entró en el estudio y, después de saludar a todos, se colocó al lado de Paula. Se inclinó, besándola en la mejilla le preguntó:

—¿Cómo lo llevas?


—Horriblemente —le contestó ella en voz baja.


—Bueno, todo esto terminará pronto.


Ella le sonrió y se sentó.


—Ahora que ya estamos todos ¿por qué no le decimos al sacerdote que empiece con la ceremonia, Eleanora?—dijo Eduardo—. ¿Te ocupas de eso?


Eleonora asintió y salió del cuarto.


Entonces, Patricio se dirigió a Eduardo.


—Antes de eso, Eduardo, me gustaría que tanto Pedro como tú me firmarais esto.


—¿Qué es?


—Unos papeles garantizando que ese quince por ciento de acciones seguirán a nombre de Paula hasta que se las podáis comprar.


Eduardo parecía confuso.


—Por supuesto. Eso es parte del trato. Esas acciones serán de la familia Alfonso, de la cual Paula será parte a partir de hoy mismo.


Patricio agitó la cabeza.


—Me temo que no es suficiente. Las acciones han de quedar a su nombre, Paula Chaves Alfonso.


—¡Pero eso le dará derecho a voto en nuestro consejo de administración!


—Cierto —dijo Patricio—. Así ha de ser.


—¡Y un cuerno!


Todo el mundo se volvió hacia Pedro, que había sido el que había gritado.


—Lo siento si esto no te gusta, Pedro, pero tengo que saber que Paula queda protegida.


—¡Protegida! ¡Protegida! —volvió a gritar Pedro—. Va a llevar mi mismo nombre, a vivir en mi casa y va a tenerlo todo pagado a mis expensas. ¿Qué más quieren? ¿Sangre?


—Por favor, Pedro, cálmate. Gritarle a Patricio no va a resolver nada —dijo Eduardo y luego, dirigiéndose a Patricio añadió—: No comprendo por qué crees que esto es necesario.


—Teóricamente, la podéis echar a la calle mañana mismo. Cuando tengáis esas acciones ¿qué garantías tenemos de que respetaréis el acuerdo?


—Porque, señor Bradly —interrumpió Pedro—, somos gente honrada. Con la que parece que no tiene mucha experiencia de trato.


Pedro miró furioso a Paula, y ella le respondió de la misma manera. ¿Cómo se atrevía a acusarla de falta de honestidad?


—Oh, sí, señor Alfonso —intervino Paula tratando de controlar la voz—. ¡La empresa suya y de su hermano es impresionante! Si estamos hablando ahora de honestidad ¿cómo podemos llamar a este ridículo matrimonio? Si se trata de mantenernos a Mateo y a mí hasta que nos puedan comprar las acciones, estaré encantada de devolverles el dinero cuando me paguen mi parte. Incluso estoy dispuesta a ponerlo por escrito.


Pedro y Eduardo se miraron y el mismo pensamiento les pasó por la mente a la vez. Dario Carmichael podría intervenir.


Paula se dio cuenta de la mirada que intercambiaron.


—Bueno ¿estamos hablando de honestidad en general? ¿O es solamente la mía la que está en entredicho?


Eduardo habló primero.


—Dame esos malditos papeles.


Paula y Patricio intercambiaron una mirada de sorpresa, pero Patricio se los dio.


Cuando le llegó el turno de firmar a Pedro, miró largamente a Paula, y sus ojos decían lo que no podía expresar con palabras. Algo así como: «Esto lo pagarás». Podía incluso sentir físicamente el poder de su animosidad contra ella. Por una extraña razón, pensó que el que él estuviera enfadado con ella era intolerable. Tenía que encontrar la forma de arreglarlo un poco antes de la boda, encontrar algún tipo de terreno común antes de que fuera demasiado tarde.


Se le acercó y le tocó el brazo. Él retrocedió de un salto y la miró con la mandíbula apretada, de la forma que ella ya se había dado cuenta que utilizaba para mantener el control.


—Señor Alfonso… Pedro… por favor, deje que le explique…


—No hay nada que explicar. El mensaje era alto y claro —dijo él señalándole con un gesto los papeles que acababa de firmar.


—No comprende…


—¡Y no tengo que hacerlo! —gritó él volviéndose a Patricio y a Eduardo—. Vamos a seguir con la farsa. Tengo que tomar un avión por la mañana.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario