viernes, 30 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 54

 


Sorprendentemente, no parecía furioso, quizá estaba demasiado atónito como para enfadarse siquiera.


–Habíamos decidido no decirte nada –le explicó Pedro–. Ella iba a marcharse porque ninguno de los dos queríamos hacerte daño. Pero no soporto la idea de que se vaya. Ni ella, ni Mia.


Su padre siguió allí sentado, con la mirada clavada en el suelo y meneando la cabeza.


Pedro miró a Paula, parecía triste y aliviada al mismo tiempo, pero también preocupada. Él sentía lo mismo.


Era muy duro decirle algo así a su padre, pero habría sido peor tener que cargar con la mentira el resto de su vida.


–Di algo, por favor –le pidió–. ¿Qué piensas?


Por fin levantó la cara y lo miró.


–Supongo que es irónico.


–¿Irónico?


–Sí, porque yo también tengo un secreto.


–¿Por lo que no puedes casarte conmigo? –adivinó Paula.


Gabriel asintió.


–No puedo casarme contigo porque voy a casarme con otra mujer.


Por un momento Paula se quedó inmóvil, perpleja, pero entonces se echó a reír.


–¿Te parece divertido? –le preguntó Pedro.


–Desde luego es irónico –dijo ella–. Estaba tan concentrada en Pedro que no me di cuenta, pero de repente todo tiene sentido. Ahora comprendo por qué dejaste de llamarme por el Skype y las conversaciones se volvieron tan impersonales. Estabas enamorándote de ella.


–Me resultaba muy difícil mirarte a los ojos –admitió Gabriel–. Me sentía muy culpable y no quería hacerte daño.


–¡No sabes lo bien que te entiendo! –dijo Paula–. Para mí fue un alivio que no quisieras hablar por el Skype porque sabía que en cuanto me vieras, te darías cuenta de lo que había pasado.


Gabriel sonrió.


–Lo mismo pensé yo.


–Perdonadme –los interrumpió Pedro–. ¿Podría alguien decirme de quién te estabas enamorando?


–De tu tía Catalina –le explicó Paula.


Pedro miró a su padre y supo de inmediato que era cierto.


–¿Vas a casarte con Catalina?


Gabriel asintió.


–Me di cuenta de lo que sentía por ella cuando pensé que iba a morir.


Su tía y su padre siempre habían estado muy unidos, pero Pedro creía que era algo platónico.


–¿Antes de que mamá muriera, Catalina y tú?


–¡No! Yo quería mucho a tu madre, Pedro, y sigo queriéndola. Hasta hace poco Catalina para mí no era más que una amiga. No sé cómo ha ocurrido, ni qué cambió de pronto, pero supongo que lo comprenderás –explicó antes de dirigirse de nuevo a Paula–. Iba a contártelo y pedirte mil disculpas por haberte hecho venir hasta aquí con Mia, y por haberte hecho una promesa que no iba a poder cumplir. Gracias a ti pude volver a abrir mi corazón, algo que creía imposible hasta que te conocí. Pero creo que en el fondo siempre supe que nunca nos querríamos como deben quererse un marido y una mujer.


–¿Entonces no estás enfadado? –le preguntó Pedro a su padre.


–¿Cómo voy a estarlo si a mí me ha pasado lo mismo? Vosotros dos os queréis, pero ibais a renunciar a vuestro amor para no hacerme daño.


–Ese era el plan, sí –dijo Paula, lanzándole una mirada de reprobación a Pedro, pero sonriendo.


–No, no estoy enfadado. Además, no se me ocurre nadie mejor para mi hijo. Creo que a mi edad, prefiero ser el abuelo de Mia que su padre.


Pedro sintió de pronto que empezaba una nueva vida. Como si todo lo que había vivido hasta entonces no hubiera sido más que un ensayo. Era tan perfecto que por un momento no pudo evitar preguntarse si estaba soñando.


Alargó la mano para tocarle la mano a Paula y ella hizo lo mismo. En el momento que sus dedos se rozaron, supo que todo era real.


–Padre, ¿podría hablar un momento a solas con Paula? –le pidió.


Gabriel se levantó del sofá con una sonrisa en los labios.


–Tomaos todo el tiempo que necesitéis.


Apenas se había cerrado la puerta cuando Paula se echó en sus brazos.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario