jueves, 15 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 5

 


La visita a Varieo iba de mal en peor.


Mia dormía en el coche y Paula estaba sentada a su lado con el estómago atenazado por el temor. Parecía que Pedro ya se había formado una opinión sobre ella y no pensaba darle la menor oportunidad. La idea de estar sola con él hasta que regresase Gabriel la tensaba aún más.


Con un poco más de perspectiva, seguramente no había estado muy acertada al enfrentarse a él de manera tan directa. Siempre había sido una mujer de fuertes convicciones, pero, la mayoría de las veces, se las arreglaba para controlarse. Sin embargo la mirada de arrogancia que le había dedicado Pedro, el engreimiento que parecía supurarle por todos los poros, habían hecho que perdiera los nervios y, antes de que pudiera pararse a pensarlo, había abierto la boca y había soltado aquellas palabras.


Lo miró apenas un instante y comprobó que seguía concentrado en el teléfono. En una escala de uno a diez, tenía por lo menos un quince en lo que se refería al aspecto. Lástima que no tuviera una personalidad acorde a tanta belleza.


Hacía apenas diez minutos que lo conocía. ¿Acaso no estaba llegando a conclusiones apresuradas, y eso hacía que no fuera mejor que él.


Era cierto que se comportaba como un cretino, pero quizá tuviera una buena razón para hacerlo. Si su padre le comunicase que tenía intención de casarse con una mujer mucho más joven a la que ella ni siquiera conocía, probablemente ella también se mostraría desconfiada. Y si su padre fuese un rey millonario, sin duda cuestionaría los motivos que impulsaban a dicha mujer a querer casarse con él. Probablemente Pedro solo estaba preocupado por su padre, como lo estaría cualquier hijo. Y Paula no debía olvidar que además hacía menos de un año que había perdido a su madre y, por lo que le había dado a entender Gabriel, Pedro se había tomado muy mal su muerte. Era lógico que aún le doliera y que temiera que ella pretendiera ocupar el lugar de la reina, lo que no podía estar más lejos de la verdad.


Pero, ¿y si el rechazo que sentía hacia ella impulsaba a Pedro a intentar interponerse entre Gabriel y ella? Tendría que plantearse si quería vivir sintiéndose siempre como una intrusa en su propia casa.


El corazón empezó a latirle con tal fuerza que tuvo que obligarse a respirar hondo e intentar relajarse. Estaba adelantándose a los acontecimientos. Ni siquiera estaba segura de querer casarse con Gabriel. ¿Acaso no era ese el objetivo del viaje? Seis semanas era mucho tiempo, durante el que podrían pasar muchas cosas. Por el momento trataría de no preocuparse.


Esbozó una ligera sonrisa y sintió cierta paz interior mientras miraba por la ventanilla. La limusina estaba atravesando el precioso pueblo costero de Bocas, de calles empedradas y llenas de turistas. Según le había contado Gabriel, gran parte de la economía nacional dependía del turismo, que había aumentado exponencialmente en los últimos años.


Se aproximaron a unas puertas que se abrieron de inmediato y, al aparecer el palacio ante ellos, Paula se quedó sin aliento. Parecía un oasis, enormes fuentes, grandes praderas de césped y jardines frondosos.


Las cosas empezaban a mejorar.


Se volvió hacia Pedro; parecía impaciente por salir del coche y librarse de ella.


–Tienen una residencia preciosa –le dijo.


–¿Acaso esperaba que no fuera así? –respondió él.


Eso sí que era estar a la defensiva.


–Lo que quería decir es que las fotos que he visto del palacio no le hacen justicia. Es muy emocionante verlo en persona.


–Ya me imagino –respondió sin ocultar su sarcasmo.


Parecía que no estaba dispuesto a darle ni un respiro.




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