jueves, 15 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 4

 


No tenía pelos en la lengua. Quizá no fuera la mejor característica para una futura reina, aunque no podía negar que su madre siempre había sido famosa por no tener el menor reparo en decir su opinión, algo de lo que habían aprendido muchas mujeres jóvenes del país. Sin embargo había una clara diferencia entre tener principios y ser irresponsable. Además, se le revolvía el estómago solo de pensar que aquella mujer pudiera pensar que estaría a la altura de la difunta reina o que albergara la esperanza de sustituirla.


Solo esperaba que su padre recuperara la cordura antes de que fuera demasiado tarde, antes de que hiciera la ridiculez de casarse con ella. Por mucho que deseara lavarse las manos y desentenderse de todo, le había prometido a su padre que se encargaría de recibirla y de ayudarla a instalarse. Y él era un hombre de palabra. Para él el honor no era solo una virtud, era una obligación. Era lo que le había enseñado su madre. Aunque todo tenía un límite.


–Su pasado –comenzó a decirle–, es algo que les concierne a mi padre y a usted.


–Pero es evidente que usted ya se ha formado una opinión al respecto. Quizá debería intentar conocerme mejor antes de juzgarme.


Pedro se inclinó hacia delante y la miró a los ojos, para que no hubiera la menor duda sobre su sinceridad.


–No tengo intención de perder el tiempo.


Ella ni siquiera se inmutó. Le mantuvo la mirada con un fuego en los ojos que daba a entender que no iba a dejarse intimidar, y él sintió… algo. Una emoción a medio camino entre el odio y el deseo. Lo que le horrorizó fue el deseo, que fue como una bofetada en la cara.


Y entonces Paula tuvo la audacia de sonreír, algo que le enfureció y le fascinó al mismo tiempo.


–Muy bien –dijo ella encogiéndose de hombros.


El gesto hacía pensar que o no le creía, o no le importaba lo que dijera.


A él le daba igual cuál de las cosas fuera. Toleraría su presencia por respeto a su padre, pero jamás la aceptaría.


Con una incomodidad que no estaba acostumbrado a sentir, sacó el teléfono móvil como si ella no estuviera allí. Por primera vez desde la muerte de su madre, su padre parecía feliz de verdad y eso era algo que Pedro nunca querría negarle. Pero solo porque pensaba que no iba a durar.


Con un poco de suerte su padre abriría los ojos y la enviaría de regreso al lugar del que había venido antes de que fuera demasiado tarde




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