–Estaba despistada –le explicó–. Tu padre me ha dicho antes que tu tía está respondiendo al tratamiento.
Pedro asintió, después tomó un trago de la copa y la dejó en el suelo.
–He hablado con él esta tarde. Me ha dicho que son bastante optimistas.
–Sé que es un poco desconsiderado por mi parte, pero estaba pensando que ojalá eso signifique que va a volver pronto –ella también tomó el primer trago y sintió cómo le quemaba la garganta al pasar–. ¡Vaya! Esto está muy fuerte.
–No eres desconsiderada, yo más bien diría que estás teniendo mucha paciencia, dadas las circunstancias. Yo en tu lugar, después de la frialdad con la que te recibí, seguramente me habría dado la vuelta y me habría marchado a casa.
–Es posible que lo hubiera hecho si no llega a ser por Mia; no podía someterla a otro vuelo de trece horas.
Pedro se quedó callado un momento mientras miraba las ondas que se formaban en el agua con el movimiento de sus pies. Después farfulló algo y a Paula le pareció que estaba maldiciendo.
–¿Pasa algo? –le preguntó.
–Debe de estar pegándoseme esa tendencia tuya a la honestidad brutal.
–¿Qué quieres decir?
–Probablemente no debería decírtelo y al hacerlo voy a traicionar la confianza de mi padre, pero creo que mereces saber la verdad.
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