martes, 23 de marzo de 2021

TORMENTOSO VERANO: CAPÍTULO 44

 


Comenzó a depositar suaves besos por la parte de atrás de la rodilla y luego por el interior del muslo mientras comenzaba a acariciarle su henchido sexo. El pulso latía allí con una gran intensidad, empujándola hasta el objetivo que tanto ansiaba su cuerpo. Las caricias de Pedro contra la íntima humedad de su sexo eran muy placenteras, pero la empujaban a desear más. Trató de detenerle la mano para demostrarle lo que de verdad quería, pero él se lo negó. Inclinó la cabeza y comenzó a acariciarla con la lengua. Pau se aferró a lo que le quedaba de razón hasta que ya no pudo más. Entonces, comenzó a gritarle que completara el placer que él le estaba dando.


–¡Ahora! ¡Ahora! –le suplicó a Pedro.


Había perdido por completo el control y se había visto atrapada por la vorágine del deseo que él había despertado en ella. Los sentidos de Pau, ya suficientemente excitados, absorbieron la realidad de su esencia de hombre cuando él se detuvo y se colocó encima de ella con una potente y firme erección.


Pau se echó a temblar por la agonía de placer que sintió al notarla contra la entrada de su propio cuerpo. Su sexo ardía de anhelo. Los músculos le temblaban de anticipación por el placer que él le prometía. El primer movimiento de Pedro, rápido y urgente, la hizo gritar presa de un paroxismo de increíble placer. Su cuerpo esperó en la cresta de ese placer a que él le diera más de lo que tanto ansiaba. Otro movimiento, más profundo, más duro. El cuerpo de Pau se tensó en torno al de él.


–Me deseas –dijo él.


–Sí. Sí. Te deseo. Pedro. Te necesito ahora mismo –susurró. Las cálidas y apasionadas palabras se le escaparon de los labios mientras se aferraba a él, abrazándolo, temblando de placer y anticipación.


–Dímelo otra vez –le pidió él mientras se hundía más profundamente dentro de ella–. Dime cuánto me deseas.


–Tanto... tanto... más de lo que puedo describir con palabras –le confesó Pau mientras depositaba besos frenéticos sobre el rostro de Pedro.


Él comenzó a moverse dentro de ella, satisfaciéndola por completo. Pau se aferró a él a medida que la tensión que había en su interior comenzó a crecer hasta que la poseyó por completo, hasta que fue dueño de su sangre y de su corazón, de todo su ser. Entonces, tras un segundo de espera, sintió una fuerte contracción de su cuerpo que la llevó a la más alta excitación posible. Su orgasmo se produjo al mismo tiempo que el de Pedro.


Perdido en las agradables sensaciones de tan maravillosa intimidad, Paula se sintió indefensa y muy vulnerable ante lo que estaba sintiendo. Se aferró a él, sabiendo ya con toda seguridad que no era sólo deseo lo que la poseía. Era amor. ¿Qué sentiría él hacia ella?


Notó el cálido aliento de Pedro contra el oído.


–¿Pedro? –susurró, con voz temblorosa.


El pecho de él se tensó. Oía la emoción en la voz de Paula. El modo en el que temblaba al decir su nombre había sido como una caricia física contra su piel. Ese sentimiento, sin embargo, provenía de la satisfacción de su deseo. Nada más.


Respiró lentamente. Entonces, le dijo secamente:

–Ya estamos iguales. Tú utilizaste mi deseo para demostrar que yo me había equivocado contigo. Ahora, yo he utilizado el tuyo para demostrar que tú me mentiste cuando me dijiste que no me deseabas.


Paula oyó la fría voz de Pedro. Aún estaba tumbada en la cama con él, después de haberlo amado tan íntima e intensamente, completamente incapaz de protegerse de la crueldad de las palabras que él acababa de pronunciar.




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