domingo, 14 de marzo de 2021

TORMENTOSO VERANO: CAPÍTULO 16

 


Pedro estaba abajo, en la biblioteca de altos techos adornados con frescos y elegantes estanterías cargadas de volúmenes encuadernados de cuero. Estaba inmóvil, mirando al vacío. Se enorgullecía de ser un hombre de fuertes principios, de profundas pasiones y convicciones sobre sus antepasados y sus deberes para con su familia y para las personas que dependían de él. Nunca antes la fuerza de esas pasiones se había transformado en la furia que Paula había despertado en él. Nunca antes había estado tan cerca de que su autocontrol se consumiera en un fuego tan intenso.


Cerró los ojos y los volvió a abrir. Había creído que había dejado el pasado atrás, pero Paula lo había devuelto a la vida con más fuerza que nunca.


Necesitaba que aquello terminara. Necesitaba alejarse del pasado y pasar página. Necesitaba librarse de él y, para que aquello ocurriera, necesitaba librarse de Paula.


Apretó la boca. En cuanto hubieran visto al abogado de Felipe y se hubieran realizado las gestiones necesarias para que pudiera comprarle a Paula la casa que su padre le había dejado, la arrancaría de su vida, en aquella ocasión permanentemente.


Arriba, en el cuarto de baño que había dentro del dormitorio, Pau estaba inmóvil bajo el potente chorro de la ducha. Había echado la llave de la puerta. Ya no lloraba. Ya no sentía ira, a excepción de la que experimentaba contra sí misma y que ninguna ducha, por poderosa que fuera, podría hacer desaparecer. Tampoco el agua podría borrar la mancha que ella misma había marcado en su orgullo por lo que había hecho al responder al beso de Pedro.


Salió de la ducha y tomó una toalla. Tal vez no debería haber ido allí. Sin embargo, eso era lo que Pedro había querido, ¿no? La carta que había enviado para informarle de que su padre le había dejado su casa le había dejado muy claro también que su presencia no era necesaria. No era necesario para él, pero sí para ella.


Se secó rápidamente el cabello con una toalla. Su cuerpo estaba oculto por la suave toalla con la que se había envuelto y que la cubría desde los senos a los pies.


No tenía deseo alguno de contemplar el cuerpo que la había traicionado. ¿O acaso era ella la que se había traicionado a sí misma? Si hubiera tenido más experiencia, más amantes, el estilo de vida y los hombres a los que Pedro le había acusado de entregarse, si no se hubiera negado a permitir que su sensualidad conociera los placeres para los que estaba hecha, seguramente habría estado mejor preparada para enfrentarse a lo que le estaba ocurriendo en aquellos momentos.


Era imposible que deseara a Pedro. Imposible. Una mujer tendría que estar completamente privada de orgullo para permitirse sentir deseo alguno por un hombre que la trataba como lo hacía él. Era el pasado el responsable de lo que le estaba ocurriendo. El pasado y las heridas sin curar que Pedro le había infligido...



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