viernes, 19 de febrero de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 4

 


A veces pensaba que había habido tanto caos en su vida que las listas le daban la estabilidad y seguridad que no había tenido de niña. Habían cambiado de casa doce veces en trece años y eso hacía que necesitase orden. Su pobre madre pronto había dejado de intentar decorar las casas por las que iban pasando. ¿Para qué?


No necesitaba psicoanalizarse para entender por qué había decidido trabajar en el sector inmobiliario. Le encantaba ayudar a sus clientes a encontrar casas para toda la vida.


—¿No echas de menos tener a un hombre en tu vida? —le preguntó Julia en voz baja—. ¿No echas de menos el sexo?


—Tengo muchos hombres en mi vida: agentes inmobiliarios, clientes, amigos.


Julia arqueó una ceja.


—¿Y sexo?


—Tengo sexo —respondió ella, poniéndose a la defensiva—. Bueno, no mucho. Hace tiempo que no, pero para mí el sexo implica compromiso. Desde que rompí con Octavio…


Había pensado que Octavio, que era abogado, era el hombre perfecto para ella. Habían trabajado juntos varias veces. Ambos eran trabajadores y ambiciosos. Y no se había dado cuenta de lo mal que encajaban sus agendas hasta que habían empezado a buscar fecha para la boda. Él quería trasladarse a Nueva York para trabajar con una gran firma de abogados. Ella estaba empezando con su negocio en Seattle. Él quería tener hijos lo antes posible. Ella prefería esperar a que el matrimonio tuviese una base sólida. Hacía un año que Octavio se había marchado a Nueva York, sin ella. Desde entonces, Paula se había dedicado a trabajar y no lo había echado de menos tanto como había imaginado.


—Fue un imbécil al elegir Nueva York en vez de a ti.


—Gracias. Yo pienso lo mismo.


—Entonces, ¿cuál es esa novedad?


—Una casa nueva. La oportunidad de mi vida. Tío Néstor, un viejo amigo de mi padre, me ha llamado y me ha ofrecido la casa Bellamy.


Julia volvió a abrir mucho los ojos.


—¿Esa casa preciosa, antigua, que hay en la colina?


—Sí. Su dueña murió hace un par de meses. Tío Néstor es su albacea. El nieto ha dado el visto bueno para la venta.


—Eso es estupendo.


—Sí. Solo hay un problema.


Julia le agarró la mano.


—¿Tienes que preparar la casa?


—¡Sí! Pero lo antes posible. Creo que tengo a los compradores perfectos. Siento tener que pedirte el favor, pero ¿crees que podría estar lista mañana? Me gustaría enseñársela el jueves.


—Los milagros son mi especialidad —respondió Julia—. ¿Tienes la llave?


—Sí.


—Si me enseñas la casa esta noche, veré qué voy a necesitar y tendrás tu milagro para mañana por la noche.


—Estoy deseando enseñártela. Esta casa nos va a cambiar la vida.




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