jueves, 11 de febrero de 2021

APARIENCIAS: CAPÍTULO 34

 


Aunque Paula había pensado que no era posible, el sexo con Pedro era cada vez mejor.


Nada más llegar a su apartamento, habían empezado a besarse y a quitarse la ropa. Pedro parecía saber qué debía hacer exactamente para volverla loca.


Después de hacer el amor, ensayaron para la gala con Pedro desnudo. Y luego volvieron a hacer el amor. Después, Paula debía haberse vestido para volver al despacho a terminar los preparativos de una boda que tenía al fin de semana siguiente, pero, en su lugar, se quedaron en la cama, sudorosos, agotados, con las piernas entrelazadas, acariciándose.


–¿Qué prefieres que prepare para cenar el viernes, comida italiana o mexicana? –le preguntó.


–Precisamente de eso quería hablarte –le contestó él–. No va a poder ser.


A Paula le sorprendió sentirse tan decepcionada, pero intentó que no se le notase. Tenían una relación informal, que Pedro cancelase una cena no tenía importancia.


–Ah, bueno, no pasa nada.


–No es que no quiera venir, sino que tengo que estar en el rancho el sábado por la mañana para ver a un ganadero. Está en juego una venta muy importante.


–¿No debería ser tu jefe quien se ocupase de eso?


–Lo haría en circunstancias normales, pero se marcha de viaje ese fin de semana y quiere que esté yo en su lugar.


–Eso está bien, ¿no? Quiero decir, que confíe tanto en ti.


–Sí, pero odio tener que cancelar la cena. Tal vez podríamos posponerla al sábado. A no ser que…


Paula lo miró, parecía pensativo.


–¿Que qué?


–Que quieras… acompañarme.


–¿Al rancho?


–Podríamos ir el viernes cuando terminases de trabajar y volver el domingo por la mañana temprano. Solo perderías un día de trabajo. Piénsalo.


Paula pensó que podía permitirse perder un día, dado que la organización de la gala iba muy avanzada y su reunión con el señor Cameron unas horas antes había salido muy bien.


–¿Y dónde dormiría?


Él sonrió.


–No te preocupes, que no te voy a meter en el barracón con los hombres, si es eso lo que estás pensando.


–Me preguntaba si habría algún hotel cerca del rancho.


–A mi jefe no le importará que utilicemos una de las habitaciones que hay libres en la casa principal. Además, podemos ir a dar un paseo hasta el río y montar a caballo. Y te llevaré al pueblo, seguro que te gusta Wild Ridge.


La oferta era tentadora, aunque cualquier cosa que le hubiese propuesto Pedro le habría parecido bien.


–¿Estás seguro de que a tu jefe no le importará?


–Completamente.


Había algo en su mirada que decía que aquello era muy importante para él.


Y Paula no podía negar que sentía curiosidad por ver dónde vivía. Por verlo en su elemento. Además, solo sería un día. Uno de los diecisiete que les quedaban juntos. Y quería pasar el máximo tiempo posible en su compañía.


–Entonces, iré –le dijo–. Estoy deseando ver el rancho.


Pedro sonrió. Era evidente que estaba contento y eso la ponía contenta a ella también.


–¿A qué hora podrás estar lista el viernes? –le preguntó él.


–¿Qué tal sobre las seis?, y ¿qué ropa debo llevar?


–Cómoda. Por el día hace calor y por la noche, frío.


–¿Me llevo el pijama de franela?


–No voy a dejar que te pongas pijama –respondió él, dándole un apasionado beso.


Luego empezó a acariciarla otra vez y, a pesar de que Paula necesitaba descansar, no pudo decirle que no. En esa ocasión hicieron el amor muy despacio, de manera tierna y dulce. Cuando terminaron y Pedro se levantó de la cama para vestirse, no quería dejarlo marchar, así que lo agarró de la mano para que volviese a su lado.


–Es tarde. ¿Por qué no te quedas a dormir?


–¿Estás segura? –le preguntó él.


–Sí –le respondió, tirándole de la mano para que se metiese de nuevo en la cama.




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