domingo, 7 de febrero de 2021

APARIENCIAS: CAPÍTULO 22

 


Al aparcar delante de su edificio se acordó de que su coche seguía en el trabajo, pero ya irían a por él después. O al día siguiente.


–Deberías meter el coche en el aparcamiento que hay detrás del edificio –le dijo a Pedro–. Está prohibido aparcar en la calle de 2 a 6 de la madrugada.


Él comprendió lo que quería decir eso y sonrió, dirigiéndose a la parte de atrás.


Paula se metió la bolsa del supermercado en el bolso y salieron. Pedro la agarró de la mano para llegar hasta la puerta. Estaba tan excitada que el corazón se le iba a salir del pecho.


¿Le haría el amor lentamente, con dulzura, o de manera salvaje? Ambas posibilidades la excitaban.


Abrió la puerta y entraron. Cerró la puerta y echó el cerrojo, tan nerviosa que le temblaban las manos.


Se preguntó si debía ofrecerle una copa o si debía ir directa al grano, pero nada más girarse hacia él, Pedro la agarró por la cintura y la besó apasionadamente.


–No sé dónde has aprendido a besar así –le dijo cuando la dejó respirar–, pero lo haces muy bien.


–Aprendí con Marcia Hudson, en octavo.


–Pues recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.


Él sonrió y la besó en el cuello, haciendo que se estremeciese.


–Aparte de besarte, ¿hay algo más que te guste hacer con tus amigos? –bromeó, apartándole la camisa para mordisquearle el hombro.


–Muchas cosas –respondió ella, quitándole la camisa–, pero solo las hago con los amigos especiales.


Él le quitó la camisa también y gimió de deseo al ver el sujetador de encaje negro que llevaba puesto. Al parecer, no le importaba que tuviese los pechos algo pequeños.


Tomó ambos con sus fuertes manos y le acarició los pezones con el dedo pulgar. La sensación, a pesar de llevar el sujetador, fue increíble.


–¿Y yo soy uno de esos amigos especiales?


–¿Por qué no vamos a mi habitación y te lo demuestro?




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