viernes, 5 de febrero de 2021

APARIENCIAS: CAPÍTULO 13

 


Paula miró el reloj que había encima de la barra y vio sorprendida que eran casi las doce de la noche, pero lo estaba pasando tan bien que no le apetecía marcharse. Aunque, si la llevaba a casa, tal vez le diese un beso de buenas noches. Sabía que no debía permitírselo. Lo suyo no tenía futuro, pero solo la idea hizo que le temblasen las rodillas.


Se puso los zapatos y la chaqueta y salieron al aparcamiento. Iba tan inestable con los tacones por la gravilla que Pedro tuvo que sujetarla.


–Tengo el coche en el despacho –le contó.


–Sí, pero no estás en condiciones de conducir.


–¿Y cómo iré a trabajar mañana?


–Me pasaré por tu casa por la mañana y te llevaré.


Aquella parecía la solución perfecta, porque, de ese modo, tendría que volver a verlo. Quizás él también quisiese volver a verla.


La ayudó a subir a la camioneta y luego dio la vuelta para sentarse al volante.


–¿Adónde vamos?


Ella le dio la dirección de su apartamento y, por el camino, pensó en lo raro que era que se sintiese tan a gusto en su compañía, teniendo en cuenta que solo se habían conocido unas horas antes. Normalmente le costaba acercarse a la gente y bajar la guardia. Le costaba confiar. Era una persona reservada por naturaleza, pero esa noche le había contado a Pedro cosas que no había compartido ni con sus mejores amigos. Incluso su secretaria, que llevaba trabajando para ella desde que había montado la empresa, no sabía nada de su niñez. Tal vez se había sentido cómoda confiando en Pedro porque él también había tenido un pasado complicado.


–Estás demasiado callada –le dijo este–. ¿Todo bien?


–Sí. La verdad es que me siento bien. De hecho, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Me he divertido mucho esta noche.


–Yo también.


Al llegar a su casa, Pedro aparcó delante del edificio y salió a abrirle la puerta. Al bajar, Paula estuvo a punto de perder el equilibrio.


–¡Cuidado! –le dijo él, sujetándola del brazo–. ¿Estás bien?


–Creo que estoy un poco más contenta de lo que pensaba –respondió ella, aferrándose a su brazo y sintiendo su músculo duro y su calor.


No pudo evitar preguntarse cómo sería el resto de su cuerpo. Y cómo reaccionaría Pedro si intentaba averiguarlo.


Llegaron a su puerta y Pedro le quitó las llaves de la mano para abrirla, luego, se volvió hacia ella.


–Lo he pasado muy bien esta noche.


–Yo también.


«Ahora, bésame y hazme feliz».


–Gracias por hacerme compañía.


–De nada.


«Venga. Bésame», siguió pensando Paula.


Lo vio inclinar la cabeza y levantó la barbilla. Cerró los ojos y contuvo la respiración mientras esperaba a notar sus labios. ¿Le daría un beso lento y dulce, o apasionado y salvaje? ¿Tendría los labios tan suaves como parecían? ¿A qué sabrían?


Notó su aliento en la boca, el olor a limpio de su aftershave, y notó la caricia de sus labios… ¿en la mejilla?


Pedro estuvo así un par de segundos y luego se apartó, pero después de haber pasado toda la noche en un perpetuo estado de excitación, Paula supo que no iba a poder conformarse con tan poco.


Olvidándose por completo de su sentido común, lo agarró por el cuello y le hizo bajar la cabeza para darle un beso en los labios.



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