viernes, 29 de enero de 2021

UNA PELIGROSA PROPOSICIÓN: CAPÍTULO 38

 


Ella volvió a moverse, frotó su mejilla contra el hombro de Pedro y pasó una pierna por encima de las de él.


—¿Paula? —murmuró Pedro y, a pesar de sí mismo, la besó en la frente.


—¿Mmm? —Paula le acarició la pierna con el pie y deslizó una mano sobre el pelo de su pecho hasta alcanzar una tetilla.


Pedro gimió y apoyó una mano sobre la de ella para que parara.


—¿Te encuentras bien?


—Sí.


Bajo la mano de Pedro, Paula siguió acariciando su pezón con un dedo. En esa ocasión, él la sujetó con firmeza y la hizo girar hasta colocarse encima de ella. Sus labios estaban rojos e inflamados, su pelo revuelto y disperso en torno a la cabeza, los ojos cerrados y con una expresión vagamente letárgica y sensual.


—Te lo advierto —dijo, con voz ronca—; si sigues así, me meteré tan dentro y tan rápido en ti que no sabrás lo que te está pasando.


Paula le acarició una mejilla a la vez que separaba las piernas.


—Claro que lo sabré.


Sin decir nada más, Pedro echó atrás las nalgas y volvió a penetrarla con fuerza, rápidamente, sin misericordia. Debajo, ardiente y totalmente dispuesta, Paula se retorció y estiró, gimiendo dulcemente.


Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano por contenerse, Pedro comenzó a moverse lentamente, entrando y saliendo de la carne palpitante y aterciopelada de Paula. A la vez, tomó uno de sus pezones entre los labios y utilizó la punta de la lengua para acariciarlo. Pronto, Paula estaba temblando debajo de él, aferrándose a su espalda en busca de la culminación. Entonces, él se retiró lentamente y apoyó su endurecido sexo en la parte baja del abdomen de ella.


Era una exquisita tortura ver cómo reaccionaba el rostro de Paula a todo lo que le hacía. Pasó largo rato besándola, acariciándola de todos los modos posibles, hasta que ella lo sorprendió haciendo algo que no esperaba. Tomó el control de la situación, lo buscó con la mano, se movió y, en un instante, Pedro volvió a estar dentro de ella.


Paula se arqueó y se retorció contra él, y cuando Pedro sintió que su carne se contraía en torno a él a la vez que oía su dulce grito de amor, explotó en su interior y todo se desvaneció en la oscuridad.




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