jueves, 21 de enero de 2021

UNA PELIGROSA PROPOSICIÓN: CAPÍTULO 10

 

Paula miró a Pedro con cautela desde su amplio y ordenado escritorio de caoba.


—Buenas tardes —saludó.


—¿Lo son? —Pedro pensó que Paula se estaba esforzando por aparentar su imperturbable y serena actitud habitual, pero se le notaba demasiado.


Con una sonrisa satisfecha, se sentó en una de las sillas que había frente al escritorio. Después de la noche pasada, hiciera lo que hiciese Paula, sabía que nunca podría reconstruir la barrera que tanto se había esforzado en alzar entre ellos.


—¿Cómo que si «lo son»?


—Que si son realmente «buenas tardes». ¿Te sientes mejor que esta mañana?


—Sí, estoy bien.


—¿No hay indicios de otro dolor de cabeza?


—No —la mandíbula de Paula se tensó visiblemente.


Pedro ocultó una sonrisa. Paula estaba lamentando realmente la ayuda que le había prestado la noche anterior. Desafortunadamente para ella, había sucedido, y aunque estaba haciendo lo posible por volver a su despreocupada relación previa, él no tenía planeado permitírselo.


—Ahora que ya hemos hablado del tema —añadió Paula, tensa—, dejémoslo.


—Como quieras —Pedro se fijó en su vestimenta. Había elegido un traje de chaqueta y falda azul marino, con una blusa de color crema cerrada hasta el cuello. Como única joya llevaba un reloj de oro. Su aspecto era especialmente severo. Además, había vuelto a peinarse con el moño alto que tanto parecía gustarle—. No volveré a preguntarte a menos que vuelva a verte como ayer.


Paula lo miró unos momentos, como sopesando sus palabras. Luego abrió la carpeta que tenía ante sí en el escritorio y echó un rápido vistazo a su contenido.


—¿Por qué te has molestado en concertar esta cita, Pedro? Habría podido decirte por teléfono que no tengo intención de vender la propiedad adyacente a la tuya.


—¿Por qué?


—Dejémonos de juegos. Sabes muy bien por qué quiero conservar ese terreno. Incluso sin contar con el tuyo, resultará muy rentable desarrollarlo. Pero hay otro motivo por el que quiero conservarlo: me robaste descaradamente la parte que compraste. Y ese es el verdadero motivo por el que no te lo vendo. Es una cuestión de principios.


—Interesante. No sabía que fueras rencorosa —Pedro se reclinó contra el respaldo del asiento y cruzó las piernas. Estaba disfrutando con aquello—. Además, la palabra «robar» me parece demasiado inerte. No hice nada ilegal, ni inmoral.


—Eso último es discutible —Paula se levantó y caminó hacia la ventana, desde la que había una vista panorámica de Dallas, pero se volvió de inmediato—. No sé cómo lo hiciste, pero de algún modo averiguaste que me interesaban ambas propiedades. Creo que entregaste tu cheque diez minutos antes de que yo llegara con el mío.


Pedro se encogió de hombros, como diciendo: « ¿Y qué?». Lo cierto era que había averiguado por casualidad que Paula estaba interesada en aquellos terrenos. Se movió rápidamente, pidió varios favores, prometió otros y acabó comprando una de las propiedades justo antes que ella, con la esperanza de que no se echara atrás y comprara la otra a pesar de todo.


Teniendo en cuenta su localización, ambas parcelas eran auténticas minas de oro. Promoviéndolas adecuadamente, ayudarían a revitalizar la zona norte. Si Paula decidía no venderle la suya, cosa con la que contaba, o si no averiguaba el verdadero propósito de su visita, no habría perdido nada. Cualquiera de las propiedades por separada bastaría para obtener fuertes beneficios.


Paula se acercó a su silla y apoyo ambas manos en el respaldo.


—¿Por qué no compraste ambas propiedades a la vez? Podrías haberlo hecho fácilmente. A menos… a menos que no tuvieras el dinero necesario para comprar ambas en aquel momento. ¿Fue por eso?


Pedro sabía que la falta de dinero sería el único motivo que Paula entendería pero, para picarla un poco, decidió no satisfacer por completo su curiosidad.


—En parte sí. Compré la propiedad directamente, sin ofrecérsela a otros inversores. En cuanto a mis otras razones… —volvió a encogerse de hombros.


Paula frunció el ceño, desconcertada, pero Pedro la interrumpió antes de que pudiera hacer otra pregunta.


—¿Te has molestado al menos en considerar mi oferta?


—Considero todas las ofertas que me llegan.


—Es una buena oferta, Paula.


—Lo sé.


—¿Y si la aumento?


Ella negó con la cabeza.


—Ahórrate la molestia.


Era la respuesta con la que contaba Pedro, pero si no hubiera insistido, Paula se habría preguntado por qué. Y si hubiera aceptado su oferta, él habría perdido la oportunidad de llevar adelante su plan original, que consistía en trabajar con ella.



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