viernes, 21 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 51




Pedro no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Los hombres que estaban sentados en el salón de su abuelo querían que invirtiera su tiempo y su dinero en un proyecto que revitalizara el centro de Divine? Ni hablar. Sus sentimientos hacia Divine no estaban claros desde antes del accidente. Por aquel entonces se estaba convirtiendo en un pueblo deprimente y en la actualidad era peor. Solucionar sus problemas supondría una gran cantidad de dinero y muchísima suerte. El reto era interesante, pero tendría que volver a vivir allí para hacerlo bien.

—Caballeros, lo siento, pero mis negocios están en Chicago y dudo de que pueda conseguir inversores para un proyecto como éste.

—Teníamos que preguntar. Aquí tienes mi tarjeta y si tienes ideas sobre qué podemos hacer, por favor, compártelas conmigo.

—Lo haré. Os deseo buena suerte —dijo Pedro mientras tomaba la tarjeta. 

Excepto en lo que concernía a Paula y a su abuelo, la idea de que Divine iba muriendo lentamente no lo molestaba mucho. Bueno, en realidad lo molestaba.

Pensó en la gente de la residencia de ancianos y en lo que Paula había dicho sobre su trabajo, sus sacrificios y sus éxitos. La mujer con artrosis en los dedos que había sido profesora de piano y de violín y que ya no podía ni colocar las fichas en el cartón; o el hombre que había pilotado bombarderos, con la esperanza de que el mundo fuera más seguro una vez que los estragos de la guerra hubieran desaparecido; o la mujer que había acogido a niños con tanto amor que tenía vínculos de por vida con ellos. 

¿Cómo se sentían ellos a causa de que Divine se estuviera apagando? De alguna forma sabía que les dolía tanto como a Paula.

—Miren. Pensaré sobre ello. Divine es un lugar especial que tiene que sobrevivir.

—Gracias por su tiempo —dijo Guillermo.

Estrecharon las manos y Pedro vio cómo salían de la casa. Entonces se volvió y vio que su abuelo lo miraba en silencio. Hacía años que no buscaba su consejo, que no escuchaba a nadie más que a él mismo.

—Supongo que piensas que debería hacerlo.

—Sólo si pones el corazón en ello.

Hacía mucho tiempo que no ponía el corazón en algo, ni siquiera en vivir, pero tenía la impresión de que las cosas estaban a punto de cambiar.

—Necesito hablar con Paula.

—Sabía que te sentirías así. Está fuera, en la parte de atrás.




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